¿Qué era una venta?
Os ponemos este relato ya incluido de la Venta del Cerero que la describe someramente:
«El viajero agradece, en su salida hacia Valladolid, esta venta que recién emprendido el viaje se encuentra a los lados del camino. La Venta del Cerero a la vera del río Manzanares es la primera parada y aunque es muy temprano, en ella parece que nunca duerme el ventero, corre este desde el huerto donde fue a coger algunas verduras, y beneplácito se pone a nuestro servicio.
¡Los señores dirán!
Se limpia mientras tanto las manos que se lavó en el pilón de granito que desde el arroyo de Cobatillas se llena y rebosa para las bestias que quieran beber. Y aunque ellas no saben leer, sus amos saben por la lectura que el agua está limpia de sanguijuelas.
Se oye un relincho procedente de las cuadras, y el ladrido de un perro al otro lado del río. Los sonidos del agua que nunca duerme y los que despiertan, se disuelven en la luz de la mañana con los olores que proporciona cada hora del día.
Lo propio en el amanecer es tomar anís con yerbas de la Casa de Campo y si sobró algún caldo del día anterior, llenar el cuenco. De un cordel atada al techo está la matanza, descuelga una ristra de chorizo y lo deja en la tabla, saca un cuchillo y lo planta en el mostrador. En la nariz el pimentón abre el apetito y los recuerdos de antiguas cocinas con alacenas rebosantes de chacinería y confites caseros.
¡Sírvanse los señores!
Los que son de buena mesa vienen a la comida, pues sabido es que aquí la caza es el primer plato: conejo aliñado de pimientos y tomates, perdiz adobada con espliego y tomillo, carne de jabalí adornada de condimentos para cubrir su tez negruzca. Los más antiguos recuerdan que en sus paredes, ahora llenas de exvotos con autorización eclesiástica, colgaban cabezas de venados y jabalíes que se adentraron en sus límites y en defensa fueron abatidos. También se guarda en un rincón el lugar y su asiento, en que dicen que de incognito se sentaba el Rey su Majestad Fernando VI cuando buscaba licencia a sus deseos solitarios.
Como vemos era una especie de hostal de carretera donde los que emprendían un viaje o lo terminaban, se aprovisionaban de comida y bebida. También poseían alojamiento, incluso tenían a huéspedes fijos que la tenían por residencia.
¿Dónde estaba?
Todo conocedor de la Casa de Campo sabe que una de las puerta que tuvo el Real Bosque era la Puerta de la Venta, que estaba situada en lo que hoy es la Glorieta de Luis de Vicente Montoya y la estación de metro de la Casa de Campo, y tenía ese nombre porque junto a la salida de la Casa de Campo por esa puerta a mano derecha estaba la célebre Venta de Alcorcón en el camino Real, ahora Paseo de Extremadura.
Ya con los desvíos en el Camino Real de Extremadura que provocó la ampliación de la Real Casa de Campo en tiempos de Fernando VI cuando era Príncipe de Asturias, se produjo una especie de embudo que obligaba a todos los que iban por el Camino Real a pasar por este estrechamiento, lo que se aprovechó para poner en ese punto el Fielato o Portazgo, esa especie de control donde se cobraba por los productos que entraban en Madrid.
Hay que resaltar que las ventas, como estaban en un lugar estratégico eran un buen negocio de ahí que los dueños de ellas las alquilaban por importantes cantidades.


Aunque esta Venta de Alcorcón o las Ventas de Alcorcón, ya que al principio era solo una pero después ya en el siglo XVIII se abrió otra, que se le llamó la Nueva, como queda recogida en el cuadro de Francisco de Goya en Riña en la Venta Nueva de 1777.


Posiblemente la ubicación de las ventas estuvo condicionada por la tapia de la Casa de Campo y aunque no estuvo nunca dentro de la Casa de Campo, su historia está ligada a ella.


LAS VENTAS DE ALCORCÓN
Hablar de las Ventas de Alcorcón, ahora que su nombre ha caído en el olvido, y que muchos ni siquiera les sonará de algo, no es un capricho. Si pretendemos conocer la historia de El Batán, es obligado saber de las Ventas de Alcorcón y los acontecimientos que allí sucedieron. Situadas en nuestro barrio, fueron escenario de momentos cruciales de las historia de España.
El sitio donde durante varios siglos estuvieron las Ventas de Alcorcón, es este lugar desapercibido, inconcreto; partido por la carretera de Extremadura, a un lado, al derecho si salimos de Madrid. Quizá, porque es muy difícil de concretar, la gasolinera del kilómetro 5.200 ocupe exactamente el lugar preciso de alguna de sus famosas ventas. Al otro lado las torretas eléctricas de alta tensión que tan poca confianza transmiten. No obstante y por avatares de la casualidad, es por ellas que algunos aventureros del siglo XXI pueden saber que la zona donde está instalada la subestación eléctrica en la Carretera de Extremadura, desde el 27 de mayo de 1943 -en ese año fue inaugurada la subestación eléctrica-, se llama subestación transformadora “Ventas de Alcorcón”. Pero como dije hay que ser un aguerrido aventurero para adentrarse por estos caminos imposibles, que entre la modernidad y el pasado, aún conservan restos -una casucha- que evocan las antiguas Ventas. Aunque el terreno que ocupa hoy esta subestación, fuera en los últimos años del siglo XIX la del cuartel de la guardia civil, que protegía el portazgo de las Ventas de Alcorcón.
Pocas imágenes y ninguna fotografía que yo conozca, nos han llegado de ese sitio, salvo ese grabado de una revista de la época, que en un marco de madera y cristal conservo en mi escritorio. Como dije ya no queda nada; el avance de los tiempos y su estrechez de miras nos despojó no sólo de las Ventas de Alcorcón, sino del lugar que ocuparon y por lo mismo de su nombre.
Quiero recordaros que el Paseo de Extremadura, hasta el acuerdo municipal del 8 de noviembre de 1912 era más conocido en toda su extensión, desde el Puente de Segovia donde nacía, como Carretera de las Ventas de Alcorcón o Altos de las Ventas de Alcorcón. Ya desde antiguo se orientaba al caminante que procedente de otras tierras se adentraba a Madrid o salía de de la capital por la Carretera de Extremadura: se decía que las Ventas de Alcorcón y su portazgo estaban a una legua de la capital, lo que equivalía a una hora de camino a pie desde Madrid y en esos 5.200 metros ha quedado ahora la distancia a la Puerta del Sol.
Y ahora os quiero transmitir si ello fuera posible, un tanto de amor por estos parajes. Y como dicen que sólo se ama aquello que conocemos. Pues empecemos por conocer lo que en esos lugares ocurrió y que llevaría a las Ventas de Alcorcón a pasar a la historia, no sólo de Madrid, sino de España. Os invito a un viaje emocionante y desconocido, un viaje que empieza en el extremo oeste de El Batán.
Se prohibieron los puestos de vinos
Las primeras referencias documentales que tenemos de estas ventas son anteriores al año 1585, cuando reinaba Felipe II, ese rey que tanto influenciaría en lo que a esta zona de El Batán se refiere. En un expediente de ese año ya se autoriza a vender vino y comestible en la Venta de Alcorcón. Diré que en esos años posiblemente sólo fuera una venta. Después con el tiempo, a la vieja se unió la nueva y alguna más, dado el privilegiado sitio que ocupaban. Pero aunque sólo sea por lógica, las Ventas de Alcorcón debieron estar muchos años antes, posiblemente al amparo de los portazgos y fielatos. Hay que reseñar que sin embargo estas Ventas tan populares en Madrid tuvieron su mayor esplendor cuando el 11 de julio del año 1735 el rey Felipe V hace expedir un decreto Real: prohibiendo absolutamente la venta de vinos en la circunferencia de Madrid y sus hijos, primero Fernando VI y después Carlos III, lo siguieron manteniendo y lo hacen extensivo a la Casa de Campo. Se prohibió los puestos de vinos y se creó una Ronda Volante para celar el cumplimiento de dicha prohibición. La orden prohibía la venta de vino a menos de dos leguas de la capital y aunque las Ventas de Alcorcón estaban a una legua de la capital, su pertenencia a Carabanchel Bajo la eximen de tal cumplimiento. Así surgieron alrededor de la capital incontables Ventas. Las gentes, hombres y mujeres suben a diario por el camino de las Ventas de Alcorcón a beber vino y los que entran en Madrid antes, hacen acopio de la bebida. La ley pretendía evitar los repetidos escándalos, reyertas con heridos y muertos que la ingesta de alcohol producía en la capital.
las cadenas del Portazgo
Sin embargo los tiempos cambian y las prohibiciones son levantadas y vemos como ya en el año 1917 se decía que a poca distancia de Madrid, se encontraban unos viejos caserones y unas medio derruidas paredes; que eran de las famosas «Ventas de Alcorcón», cuyas tapias servían para sostener las cadenas del Portazgo.
Si quieres saber algo sobre los portazgos te diré que era el sitio donde se recaudaban un impuesto o tasa, tanto para personas como mercancías, para acceder a Madrid o salir de ella. Se pagaba por pasar tanto persona como mercancías de un lugar a otro. Sería como una aduana con peaje y así lo refleja este antiguo escrito: “…tropieza ya con el Portazgo de las Ventas de Alcorcón que le detiene más ó menos tiempo, según el trabajo o la calma y el buen humor de los dependientes.” Estos impuestos -teóricamente- eran luego utilizados para el arreglo de los camino y se daba la circunstancia que para llega a Navalcarnero se debían de pasar hasta tres portazgos. En todos los fielato de Madrid se recaudaba al día unos 350 € lo que eran unas 58.216 pesetas esto fue el día 31 de diciembre del año1890.
En esas épocas de esplendor, los portazgos y las ventas eran lugares donde se cerraban negocios o servían de referencia para quedar o dejar algún aviso, incluso en ellos se ponían los manifiestos o escritos que dirigían los gobernantes al pueblo.
la Puerta de las Ventas de Alcorcón
Los atardeceres calurosos de julio, se rebajan con el frescor que de los árboles y arroyos de la Casa de Campo se escapar como un regalo fuera de la finca. La valla no es barrera suficiente para que el olor de la naturaleza no sea capaz de traspasarla. A veces subiendo por el camino hacia las Ventas de Alcorcón a uno le apetecería sólo tener mirada para esta parte derecha del camino. Estas sensaciones no escapan a Reyes, Prelados ni a gente trabajadora y pobre. Dicen por eso que los reyes se cuidan de no pasar por este camino de Badajoz cuando se desplazan a los carabancheles o más allá. Así que lo hacen desde palacio por la Casa de Campo para salir de ella por la Puerta de las Ventas de Alcorcón que les evita el trance del camino desigual y los malos olores y mosquitos de los estiercos que tanto abundan.
Este relato del siglo XIX contrasta con este otro más romántico y novelesco de la misma época:
«El crepúsculo de una mañana del mes de abril lucha indeciso en las puertas de Oriente, cuando dos jinetes, cruzando el Puente de Segovia, caminan al trote de sus caballos por la hermosa carretera que conduce a las Ventas de Alcorcón.»
Ya vienen, vienen los rusos
A Don Esteban López Parra administrador del Portazgo de las Ventas de Alcorcón en este año de gracia de 1854, le parece que en poco tiempo que ha pasado en las ventas, le han sucedido demasiadas cosas para contar y otras que no puede, porque no las vio, si no que las oyó de manera indigna. Ha ya que dejó el portazgo, por no poder hacer frente a los 216.536 reales de vellón a que ascendía el mínimo necesario para otro año de arrendamiento. Don López como era conocido en las ventas, aún regresa de vez en cuando para visitar a los antiguos venteros y siempre es recibido con respeto y amabilidad. Un perrillo, que unos gitanos extraviaron a su paso por el portazgo, juguetea entre sus piernas en amistosa danza, esperando la caída de alguna migaja. En su mesa no falta el vino tinto ni algún otro carretero que al reconocerle se apunta a la charla. Poco después aquello es una tertulia. Y aunque Don López lo ha contado muchas veces, vuelve a repetir a los que se quejan de los portazgos que esto fue cosa de los romanos y que aquí se imitó la idea en el siglo IX, con diferentes etapas de más o menos decadencia. Hasta el siglo XIII, fue un impuesto: Real, Señorial, Monacal o Templario y a partir de ese siglo se configura como un impuesto Real a veces eventual, sobre ferias y mercados y otra permanente para tráfico de mercaderías. El portazgo sobre el tráfico comercial es cobrado por la entrada, salida o simple tránsito de mercancías por las diferentes circunscripciones o alfoces.
Al final, llenos ya de caldos tintos, acaban como siempre con la sabida cancioncilla que de niño aprendió Don López:
Ya vienen,
Ya vienen los rusos por las Ventas de Alcorcón,
lairón, lairón
y los rusos que venían eran cargas de carbón.
lairón, lairón
Las Ventas de Alcorcón han sido siempre lugar de aventuras y desventuras. También sirvieron de inspiración a algunos escritores ya desde siglos pasados. Pero sin duda una de las cancioncillas más famosas de principio del siglo XIX es esta que Don López acaba de cantar con sus contertulios.
La cancioncilla se refería a las tropas del Zar Alejandro I. Absolutista a ultranza y fundador en 1815 de la Santa Alianza y por lo tanto uno de los mejores aliados de Fernando VII. Este había enviado a España a su bailío Tattischef que desde el primer momento formo parte de la famosa camarilla del Rey español.
Esta cancioncilla la cita Ramón de Mesonero Romanos en sus Memorias de un Setentón. Y también Pio Baroja, la nombra para comentar: que algunos les costaría caro habérsela aprendido. Al final la cancioncilla fue muy recurrida durante el siglo XIX y principios del XX. Se la utilizaba en la prensa o por las gentes para quitarle importancia a algún asunto o desprestigiar irónicamente algo que se había prometido como importante y luego no lo era.
Así contaban algunos escritores clásicos y románticos este rincón geográfico de nuestro barrio: Las Ventas de Alcorcón. Muchos por no decir casi todos desconocen su existencia y menos que un lugar inhóspito y ruidoso como es hoy en día, pudieran pasar las cosas que yo pretendo recuperar aunque sólo sea de palabra, ya que el lugar difícilmente será lo que fue y ni tan siquiera podrás estar en él.
Duelo en las Ventas de Alcorcón
Sin discusión el hecho más renombrado que tuvo lugar en este sitio fue el duelo que a continuación relataré. No fue este el único duelo, se tiene constancia de al menos unos doce que trascendieron a la opinión pública por su relevancia: Toreros, políticos, desairados de amor o poseídos por los celos, allí se batían en prohibidos enfrentamientos que algunas veces terminaban en muerte. Esta zona de Madrid, las Ventas de Alcorcón, sustituyó en importancia a los duelos celebrados, a la rivera del Manzanares junto al puente Segovia. Allí estaba el Campo de la Verdad, donde después de lanzar el guante y con el beneplácito de las autoridades se enfrentaban en salvaje duelo, los que presumían de civilizados, señoritos arrogantes y orgullosos que ponían en juego sus vidas por cualquier motivo donde el honor fuera mancillado.
La desventurada historia
El sábado 12 de Marzo de 1870, a las nueve de la mañana tuvo lugar en las Ventas de Alcorcón, uno de los episodios que más influencia tuvieron en la historia. Allí perdió la posibilidad de ser rey de España Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, que sería con el tiempo padre de María de las Mercedes de Orleáns esposa del rey Alfonso XII. La desventurada historia de estos dos personajes la comenzaré presentado a sus dos principales actores y las circunstancias que la precedieron o desencadenaron.
Destronada la reina Isabel II por el general Prim, cuando se estaba mirando la posibilidad de un nuevo monarca que sería Amadeo de Saboya, se ve un claro candidato, don Antonio María Felipe de Orleans, duque de Montpensier, antiguo general del ejército francés y capitán general del ejército español. Era el más joven y querido hijo del Rey Luis Felipe I de Francia y había nacido el 31 de julio de 1824 en Neuilly-sur-Seine villa de las afueras en París. Y que moriría en Cádiz en Sanlúcar de Barrameda el 4 de febrero de 1890. En esos días, el de Orleáns tuvo un intercambio de palabras escritas en la prensa con el Infante don Enrique María Fernando de Borbón, nacido en Madrid el 17 de abril de 1823, educado en el colegio de Enrique IV de París y casado morganáticamente en Roma con doña Elena de Castellyi y Shely Fernández de Córdova. El carácter del infante y sus ideas avanzadas fueron causa de que sus relaciones con la familia no fueran buenas y le ocasionaran destierros y separaciones. el infante don Enrique de Borbón. Estos intercambios epistolares a través de la prensa, pusieron frente a frente a los dos hombres.
la logia masónica
Pertenecía el Infante don Enrique María Fernando de Borbón a la logia masónica y mantenía relaciones con los grandes agitadores, y de cuando en cuando daba a la Estampa -revista de la época- escritos que ponían en evidencia sus tendencias radicales.
Una vez presentados los dos personajes, os pondré al tanto de cómo estaba la situación política en esta época.
El año 1870, que había recibido la herencia de las revoluciones anteriores, tuvo un comienzo muy agitado, y las batallas que se reñían en el Parlamento llevaban a las calles el alboroto, fruto de las intrigas que se urdían en el Interior de los clubs y de las logias, y mientras los orleanistas rodeaban al duque francés, la gente avanzada iba y venía al caserón de la costanilla de los Ángeles donde vivía modestamente el infante don Enrique, a quien su hermano don Francisco de Asís bastante hacia con pagarle la casa, ya que él mismo tenía que cuidarse de pagar la suya en París.
En estas circunstancias fue cuando apareció un buen día el famoso escrito del infante, terrible diatriba contra el de Montpensier, que conmovió hondamente a la opinión y que tan funestas consecuencias acarreó a su autor.
No se mordió la lengua el de Borbón al señalar la persona a quien iba dirigido el manifiesto, que terminaba con la bomba final: «Montpensier representa el nudo de la conspiración orleanista contra el Emperador Napoleón III, conspiración en que entraron ciertos españoles de elevada clase; pero que sepan estos conspiradores de Francia y de España que caída la dinastía imperial no la heredarían los Orleans, sino «Rochefort», o, lo que es lo mismo, la República francesa…
“Y sepan también que en España el esclarecido Espartero es el hombre de prestigio y el objeto de la veneración nacional, y de ninguna manera el hinchado pastelero francés…»
Grande fue la conmoción que esto produjo, y mientras unos opinaban que todo ello quedaría en simples palabras, otro, por el contrario, auguraba tremendos acontecimientos.
en el portazgo de las Ventas de Alcorcón
Como consecuencias de los anteriores escritos, a las nueve de la noche de aquel día, 11 de marzo de 1870, se celebraba una reunión en la calle de Alcalá, núm. 70, morada del general don Fernando F. de Córdova, estando con este señor el general Alaminos y al coronel don Felipe de Solís Campuzano, en representación del duque de Montpensier, y don Emigdio Santamaría, don Andrés Ortiz. y don Federico Rubio, en la del infante don Enrique.
Examinada la cuestión por ambos representaciones y habiéndole manifestado por la de don Enrique, que éste mantenía su escrito, se redactó el acta de encuentro en condiciones muy graves, y después de comprar unas pistolas en la casa de Hormaechea, Alcalá núm. 5, se decidió que el desafío tuviera lugar al siguiente día en el portazgo de las Ventas de Alcorcón en la carretera de Extremadura.
Y allí llegaron puntualmente en la fría mañana de aquel día los interesados, sus padrinos y los doctores Sumsi y Leiva, digiriéndose a la Escuela de Tiro de los Carabancheles, y, obtenida discretamente la venia del comandante jefe de aquel puesto militar «para probar unas pistolas», ya que los duelos estaban prohibidos, se eligió un lugar próximo al blanco de los tiros de cañón.
Previos los trámites de rigor en estos casos, y después de medir la distancia y colocar a los combatientes, todo quedó listo en aquel terreno desigual, al que servían de decoración el espaldón de tiro, unas cuantas casetas y el azul de la sierra, con su mantilla de nieve, que hacía reverberar los rayos del sol.
Ya solos frente a frente los dos adversarios, suenan unas secas palmadas, y a la tercera dispara el infante, y luego Montpensier, con resultado nulo: vuelven a cargarse las armas, dispara de nuevo el infante, y hace lo propio el duque, cuya bala, dando entre la caja y la llave de la pistola del de Borbón, se partió en dos: media quedó incrustada entra los muelles, y la otra mitad, chocando en la levita, por encima de la clavícula derecha, rompió el paño, sin penetrar en el chaleco.
Acuden solícitos padrinos y médicos; el Infante asegura que está ileso, y después de desoír al general Alaminos, que quería dar por terminado el duelo, se procede a cargar de nuevo las armas en medio de un silencio trágico.
la bala de Orleans quitó la vida al infante
Se oye a los pocos instantes la detonación del disparo de don Enrique, y seguidamente la de Montpensier, y entonces se ve al infante girar con rápido quiebro y voltereta y caer de un lado, rebotando en el suelo, donde quedó en posición boca arriba, siendo tan violento al caer el retorcimiento de un pie, que la bota quedó casi descalzada.
Reconocido el Infante por los doctores Sumsi, Leiva y Rubio, resultó tener una herida penetrante en la región temporal derecha; las arterias temporales estaban rotas: la masa cerebral, perforada; la vida de relación y de sensibilidad, abolida, y la respiración, estertorosa; a los pocos segundos, el infante era un cadáver.
El de Orleáns acogió la tragedia con gran desesperación, y dejando caer sus lentes sobre el pecho, se llevó las manos a la cabeza, pronunciando algunas palabras doloridas y maldiciendo al destino que le había hecho matar a un individuo de la familia Real de España, hermano del Rey consorte, cuñado y primo de la Reina y tío del inocente don Alfonso.
Y como escribió el insigne Galdos: «Si la bala de Orleans quitó la vida al infante, la bala de Borbón, perdida en el espacio, se llevó la corona de Isabel, que ya el esposo de Luisa Fernanda creía poder encasquetar en su cabeza…»
Desde el campamento de los Carabancheles regresaba una hora después a Madrid una triste comitiva, que hacia alto en la plazoleta de Santa Catalina de los Donados, y el cuerpo inerte del Infante fue subido al viejo caserón del número 3 de la costanilla de los Ángeles.
En la entrada de la calle por la parte de la del Arenal se agrupaba la gente, interrumpiendo el tránsito, así como en la plazuela de los Donados, y la gente comentaba vivamente el «triste suceso».
Desde aquel momento quedó depositado el cuerpo en una cama imperial de la sacramental de San Isidro, en el centro de un modesto salón. El cadáver del infante estaba vestido con el uniforma de vicealmirante. En la cabecera se veía el escudo con las armas reales, y debajo de este, un paño bordado con signos masónicos, entre los que destacaba, bordado en oro, el número 33.
En los ángulos de aquel salón, de desnudas paredes, hacían guardia cuatro individuos con bandas y mandil, empuñando desnudas espadas. Este alarde masónico dio mucho que hablar, así como la ausencia que se notó al día siguiente, en que se verificó el entierro, de la clase aristocrática, de sus compañeros de la Armas y hasta, de muchos personajes de los que comulgaban en sus mismas ideas.
En la negra carroza, llevando sobre la caja la espada y sombrero de almirante, desfiló el cadáver del infortunado infante entre filas de curiosos, con desairado acompañamiento, hacia la Sacramental, y a falta de salvas pomposas se pronunciaron al darle tierra algunos discursos enconados, que la gente oyó, dispensándose cabizbaja.
Lo que dijo la prensa
EL SUCESOS DE AYER.
Domingo día 13 de marzo de 1870.
LA ÉPOCA
El efecto oratorium del discurso del Sr. Castelar habría sido mucho mayor, á no estar los ánimos hondamente preocupados con el suceso que hoy era objeto de todas las conversaciones.
Nos referimos al fallecimiento del infante don Enrique cuyo cadáver ha sido depositado en la capilla de la dehesa de los carabancheles. Como se había hablado públicamente de un lance de honor entre este y otro personaje, de resultas de la carta que, deplorando
con todo nuestro corazón, dimos a conocer, naturalmente el público ha querido enlazar ambos acontecimientos. Sin embargo, el juez de Getafe, que es a quien corresponde entender en la causa, ha averiguado por declaraciones de algunas personas, que el Infante don Enrique recibió la muerte por habérsele disparado la pistola que estaba probando, y cuya bala entró en la sien derecha.
Al infausto suceso aludió el Sr. Castelar al principio de su discurso.
EL PENSAMIENTO ESPAÑOL
Se da por cierta la noticia de haber muerto don Enrique de Borbón en desafío esta mañana con el duque de Montpensier.
EL POPULAR
Un desgraciado suceso ocurrido esta mañana a primera hora preocupa a todo Madrid.
El lance de honor anunciado por la prensa estos días entre el duque de Montpensier y don Enrique de Orleans, se ha verificado esta mañana, siendo muerto el último por una balazo en la cabezo. después de haber disparado tres veces cada uno.
LA ESPERANZA
Como ya indicamos en otro lugar, ha sido hoy objeto de toda clase de comentarios el duelo habido entre dos altos personajes, de cuyas resultas, según públicamente se dice, ha muerto el infante D. Enrique de Borbón.
Deploramos sinceramente tan doloroso acontecimiento, que no dudamos ha sido preparado por la Providencia.-R. I. P.
EL UNIVERSAL
La desagradable cuestión de que tanto hablan los periódicos entre dos elevados personajes, ha tenido esta mañana un funestísimo resultado.
Tenemos entendido que el señor duque de Montpensier saldrá un día de estos de Madrid para su palacio de Sevilla.
El ex-infante don Enrique ha muerto repentinamente esta mañana.
EL PUEBLO
Se asegura que esta mañana ha tenido lugar en las Ventas de Alcorcón el desafío pendiente entre el duque de Montpensier y el es infante don Enrique, y que este ha sido muerto por aquel de un balazo en la cabeza.
Lamentamos estos sucesos que nos recuerdan las costumbres de la Edad Media.
El señor duque de Montpensier está, pues, condenado por la ley penal á cuatro años de extrañamiento.
EL TIEMPO
Consagra á esta sangrienta tragedia una serie de sueltos.
Nuestros lectores conocen el afán con que procuramos tenerles al corriente de cuanto sucede; pero creemos que habrán, de dispensemos toda prudencia en este doloroso asunto. Guiados por ella no quisimos reproducir el impreso suscrito por don Enrique de Borbón, origen, de esta lamentable cuestión.
Según nuestras noticias, el suceso tuvo lugar á las once de la mañana, y á las once y cuarto era cadáver el ex-infante.
Don Enrique parece que se despidió anteanoche de algunos de sus parientes y amigos, como presintiendo su desdichado fin.
En la madrugada de hoy debe haber sido trasladado el cadáver á la casa que habitó.
A don Francisco de Asís se le comunicó la desgracia de su hermano por uno de los hijos de éste, y ha contestado enviando el pésame á los hijos del finado y ofreciéndoles su protección.
Esta tarde será conducido al cementerio el cadáver del infortunado don Enrique de Borbón.
La Guerra Civil de 1936 en las Ventas de Alcorcón
Relato del soldado Ignacio Gómez San Juan, que fue obrero del Tejar del Olivillo.
“En este pintoresco lugar que en verano se alegraba con algunos puestos de helados y algunos de flores, y que en las tardes invernales servía de refugio a los labradores, obreros de los tejares próximos y a alguna que otra vendedora de garbanzos tostados; arranca, junto al pelado camino de Extremadura, el portazgo de las Ventas de Alcorcón. Antiguo fielato de los que venían a Madrid a dejar sus variados productos. Hoy aún se reconocen parte de aquel esplendor y del cuartel de la guardia civil que se encontraba a su lado.
Zona tranquila era ésta, de Carabanchel Bajo y Alto si no fuera por sus cuarteles, y los tranvías que desde hace unos años tienen aquí su parada. Por avatares del destino, como en todos los hechos que acontecen a las personas y las cosas, se vive aquí parte de una trágica historia. En este lugar en el que durante siglos se reunieron para conspirar todos los insatisfechos y resentidos. Son, pues estos sitios evocadores de aquella época tempestuosa de motines y revoluciones, época de incesante bullicio en las calles, cuando la República estaba en su apogeo y las candentes desigualdades pendientes de solución. Mientras los anarquistas, comunistas y socialistas se otorgaban el derecho y la razón para cambiar las cosas terrenales y la derecha se resistía enarbolando los únicos estandartes que unían a los terratenientes y los obreros, la religión y la patria.
La historia parece que quiere dejar huella aquí, como lo testifican los hechos que se están sucediendo. Os diré que en estas habitaciones, poco suntuosas y destartaladas de las antiguas Ventas de Alcorcón, se alojan algunos de los soldados, casi todos moros, que esperan las órdenes del General Varela para tomar Madrid, después del último fracaso. De aquí salió la columna que atravesando la Puerta de las Ventas de Alcorcón -en sus planos la llamarón Puerta de El Batán-. Esperaron las órdenes en aquellas noches de noviembre pasado. Aquí fueron conducidos, desde la Casa de Campo, heridos y muertos, los primeros soldados de la refriega, que en la tarde de la imborrable jornada del 7 de noviembre, vinieron a dejar aquí el último gesto de sus vidas.
Pocas cosas, se han dicho, de las condiciones en que los moros y algunos soldados nacionales vivieron en estas Ventas. Y tampoco se ha contado como los mandos qué vivían a todo tren en los cuarteles cercanos de Carabanchel y Cuatro Vientos apenas se preocupaban de nosotros. Aquí a obscuras mal vivimos un grupo de hombres, cuya misión era el control de entrada por la carretera de Extremadura a Madrid. En la noche nos llegan de lo lejos el conversar de los conspiradores, entre una algarabía y un desprecio por los otros, olvidando que los otros también son españoles. Ellos que formaban parte de esa especie tan pródiga en la historia política de nuestro país que es la de los resentidos, cómodamente organizan los preparativos para la toma de Madrid pintarrajeando en mapas de la zona. Siendo corrientes allí las visitas de los generales más apasionados y que en más de una ocasión dieron lugar a disputas por el liderazgo, con puntos de vista discrepantes.
La situación política había llegado a un estado tal de agudizamiento, que nadie podía prever sus resultados, pese al optimismo de los dos bandos; el General Varela que presumía un paseo y ahora cabizbajo se mueve con tristeza y abatimiento y aquellos republicanos que, reunidos en el interior de la Casa de la Administración en la Casa de Campo, y recibiendo órdenes superiores, resisten a la barbarie de esta guerra que ellos no saben mantener. Entre los prisioneros leales a la República, vemos a hombres sacados de la intelectualidad y el fanatismo, designados para labores complejas para lo que no tienen experiencia, y cuya categoría se marca por la capacidad de creer en utopías. En este bando en realidad no hay ideales que a los pobres como yo nos muevan, además la mayoría son moros jóvenes que representan una vejez precipitada, moros que luchan y matan por dinero y en defensa de una cuestión que no es la suya. En las pocas conversaciones que podemos mantener con los marroquíes, no entendemos ni ellos nos entienden, para reírnos les decimos “comunistas” y ellos con una sonrisa asienten con la cabeza. Todos nos reímos y pensamos que harán aquí.
Aquí donde crece por momentos el número de muertos, y la Casa de Campo y en estas ventas de Alcorcón; reina el desconcierto y la guerra amenazaba con acabar con todo.
CRONOLOGÍA:
Sabemos que la Venta de Alcorcón, la venta más importante de Madrid, puede datar de tiempos anteriores a los que tenemos información.
Ya vemos que en esta época aún se nombra como Venta de Alcorcón igual que en relato de unos incidentes ocurridos en la venta de 1669 «De la que se lio en la Venta de Alcorcón por unos melones (1669).
Hay que recordar que en ese tiempo la Casa de Campo era de una extensión reducida y no llegaba a este lugar, por ese motivo la información sobre la Venta de Alcorcón empieza a generarse de una manera casual a finales del siglo XVII cuando el dueño de la Venta de Alcorcón se hace con la autorización para construir molinos de cubo en el arroyo de los Meaques.
Las escrituras y autorizaciones necesarias para esta construcción derivan en un amplio archivo de documentación de la que sacaremos la información.
1585 – Las primeras referencias documentales que tenemos de la Venta de Alcorcón es de este año, cuando reinaba Felipe II. En un expediente del «19 de Agosto de 1585. Corte. Se pasa un expediente de don Miguel Serrano y Ortega, vezino de esta Corte sobre que se le permita vender vino, y comestibles en la Venta de Alcorcón».
1663 – El 4 de junio de este año, el capitán de Infantería Gaspar Asensio de Córdoba compró la Venta de Alcorcón a Fernando Cristóbal de Cueto, esto bienes se vendieron en el juzgado de Quiebras de la Corte para que su anterior propietario pudiera saldar la deuda contraída con la Real Hacienda. De esta compra sacamos que Antonio Cueva Gilimón de la Mota fue anteriormente su dueño. A la vez de la Venta de Alcorcón compro la facultad para que, tanto él como sus herederos y sucesores, pudieran fabricar todos los molinos harineros en el arroyo de los Meaques. Uno de ellos se convertiría más adelante en la Real Fábrica de Antes y Gamuzas. Después Gaspar Asensio de Córdoba aumentó las extensión de sus propiedades en torno a la Venta de Alcorcón con la compra a los herederos de Diego Rodajos de 4 fanegas en 1664, así como 2 fanegas a Francisco Aguado y tres más a Nicolás Villegas en 1669. Logró mantener todos estos bienes hasta su muerte en 1681.
1690 – En este año muere la mujer de Gaspar Asensio de Córdoba, Bernarda Juana de Vidarte saliendo a la ventas algunas de sus propiedades. Después de muchas pujas por el lote; la Ventas de Alcorcón, un molino harinero situado detrás de ella y 54 fanegas de tierra de sembradura próximas a la Venta; Juan Rodríguez de Armesto acabó pagando 154.000 reales de vellón. Pero el asunto toma un giro inesperado cuando en 1692 declaró, ante escribano, que los bienes que había adquirido en el referido remate pertenecían, en realidad, a Domingo Arias, un fraile Trinitario Descalzo, que le había dado el dinero para comprarlos. En virtud de ello, el 31 de marzo de 1693 se escrituró la venta a favor de Domingo Arias en ella se incluía además de muchas casas: La Venta de Alcorcón y todo lo a ella perteneciente, al igual que un molino harinero y el derecho para fabricar molinos harineros de cubo en el arroyo y valle del Meaques.
Domingo Arias compra todos estos bienes para alquilarlos y así vemos como el 22 de octubre de 1701 alquila a Domingo Chavarria el molino harinero por diez años, pero no queda constancia de lo que hace con la Venta de Alcorcón.

