Cómo se entraba en la Casa de Campo

El 1 de mayo de 1931 cuando se abrió por primera vez la Casa de Campo a los madrileños se produjeron largas esperas para entrar en este sitio que muchos habían imaginado como un lugar lleno de edificios lujosos y con bellos jardines y abundante caza. La verdad fue que la mayoría quedó un poco desilusionada con lo que vieron.

Las cifras que se dieron de visitas de trescientos mil madrileños dice claramente lo que se debió vivir ese día en este lugar, especialmente las zonas más próximas a El Lago y otras instalaciones.

Al Jardín Reservado no se permitió pasar y eso le salvó de los atropellos que se cometieron contra la naturaleza en un entorno que no estaba preparado para las masas.

Faltaban fuentes para beber, faltaban lugares para evacuar y sobraba la idea que había calado en todos los madrileños de que la Casa de Campo era ahora de todos.

A las 12 de la mañana del 6 de mayo de 1931, se escenifica la firma y entrega de la Casa de Campo al Ayuntamiento de Madrid.

El alcalde Pedro Rico, después de lo que había pasado cinco días antes, dijo aquellas palabras:

“He de pedir la protección de todos… para que se siembre en la conciencia colectiva de la multitud la verdadera finalidad… el parque de la Casa de Campo que no es para sitio de orgías francachelas y merendonas que destruirían el verdadero sentido de la entrega y la onda labor cultural y de recreo del vecindario que ha de realizarse”.

Pase a familiares de militares 1928

Cómo se pasaba antes a la Casa de Campo

La Casa de Campo como jardín privado de Felipe II no admitía visitas de esas que hoy llamaríamos turísticas. El rey quería “reserva” e intimidad para sí y sus invitados. Al personal de la Casa de Campo le estaba prohibido dejar entrar a sus familiares, amigos o conocidos, las sanciones eran, incluso para los puestos más cualificados; el despido. Como es natural estas restricciones se solían saltar cuando se tenía la certeza de que ningún personaje más importante que el que cometía la infracción estaba en la finca.

El 15 de mayo de 1567 se dicta un Reglamento donde entre otras cosas se dice:

“que ninguna persona entre a nadar en ninguno de los dichos estanques, ni entre por encima de las paredes y aliados de los dichos heredamientos so pena de tres mil maravedíes y en todas las penas dobladas incurran las personas a cuyo cargo está, y estuviese la guarda y conservación de la dicha casa y heredamientos, y los oficiales y menestrales que allí trabajasen si en lo susodicho alguna cosa de ello excediesen, y los que lo vieren y no lo denunciasen…”.

Hay una obsesión por parte de Felipe II de que el jardín y los lagos se mantengan a su manera, no se pueda coger ni una flor ni pescar un pez. Incluso parece excesivo que personajes de la corte se vieran censurados por no cumplir esas reglas, que incluían al Príncipe Carlos y a la Reina Isabel de Valois, dos personas de las que hoy diríamos que eran adolescentes o niños. Leemos en un informe de Jerónimo de Algora, el jardinero, dirigido al administrador: «El príncipe cena aquí cada noche y nada un poco en el estanque de agua clara que no hace daño ninguno… porque van solas tres personas con él y manda que nadie toque a una flor de los jardines…». En un informe, de nuevo, al administrador se le escribe: “ha estado en la Casa de Campo la Reina; Isabel de Valois y el Príncipe Carlos y la Princesa Isabel Clara Eugenia viendo una comedia, merendando y me preguntaron que por qué no funcionaban las fuentes y le dije que había reventado un estanque y lo estaban adobando, y no me dijeron nada más…”.

Por estas visitas relacionadas con las actividades teatrales de la pequeña Isabel de Valois, sabemos de qué en varias ocasiones fue reprendida, ella colaboraba con sus damas para las representaciones y máscaras que más de una vez se representaron en la Casa de Campo. En uno de los ensayos ella y sus damas fueron recriminadas por un inferior por jugar en el jardín, pero Isabel antes de que se enterara el Rey prefirió guardar silencio y con una sonrisa, dijo al Alcaide que no sucedería otra vez.

Ya en las Reales Ordenanzas en su página 137, parte 2, glosa 6 de 1650 se dice:

“asimismo está prohibido absolutamente a toda suerte de personas, el entrar en dicha Casa Real del Campo, y en sus jardines, y huertas, sin llevar para ello especial licencia por escrito de la Junta de Obras y Bosques”. Con penas de un año de destierro y multa que se conmutar en pena corporal a los que por pobres no tuviesen bienes en que poder pagarla.

Si Felipe II y sus descendientes tuvieron bajo estricto control el acceso a la Casa de Campo, o sea el jardín de Palacio, con el reinado de Felipe V y con la Casa de Campo en manos del Príncipe de Asturias Fernando, casi dos siglos después, este control fue más difícil ya que a partir de 1725 la Casa de Campo pasará de ser un Jardín de Palacio, a convertirse en un Bosque Real -oficialmente a partir de febrero 1746 por orden de Felipe V-.

Aunque nosotros de lo que queremos hablar es de los accesos permitidos, ya que, si antes los motivos de entrar en la Casa de Campo eran ornamentales o festivos o como queramos llamarles, ahora se unía la abundancia de caza, paseos a caballo y como veremos mil y un asuntos.

Permiso especial a autoridades 1924

Con Fernando VI como rey a partir de 1746 y una vez que su padre, pocos días antes de morir, firma la declaración de Bosque Real para la Casa de Campo, esta se convierte en un lugar de caza, por lo que se cierra con una cerca para evitar que ésta salga de la finca. Dado que la extensión se ha multiplicado por más de diez el control de visitas no deseadas se hace más difícil, a pesar de incorporar a la Casa de Campo un servicio de guardas a pie y a caballo para vigilar a los furtivos. No hay constancia de que el Rey Fernando VI diera facilidades para entrar legalmente en la finca. No se ha encontrado documentación al respecto, aunque sí autorizaciones a determinados personajes, para atravesar la finca por motivo de haberse cortado los caminos entre Madrid y los pueblos cercanos con la ampliación de la Casa de Campo. Autorizaciones que restringían la marcha por los caminos recogidos en la autorización, entre dos puertas, sin poderse salir fuera de ellos. Este proceder se mantendrá cuando Carlos III acceda a la corona y lo mismo sucederá con Carlos IV. El 27 de abril de 1800 un personaje de la categoría de Francisco de Goya solicita por escrito una licencia para pasear y pescar en la Casa de Campo alegando en su escrito: “Por motivos de enfermedad de un tal Martínez, que alega no puede comer carne: «… y no encontrarse pescado fresco […] ayer y hoy he comido una tenca que pescó Goya en la Casa de Campo… « La letra del escrito -difiere de la firma-, podría ser de Francisco de Goya.

Condiciones a cumplir

Con José I incluso se endurecen las posibilidades de entrada. A través del Presidente del Ayuntamiento de Madrid Pedro Sainz de Baranda, el 7 de noviembre de 1812 hace circular un decreto en el que leemos:

 “Se prohíbe absolutamente la entrada en la Casa de Campo bajo la pena de doscientos azotes al que quebrantarse este artículo”.

No obstante, ya con Fernando VII se sigue dejando atravesar la finca a la aristocracia, el 18 de febrero de 1819 se da: “licencia a la baronesa viuda de Eroles y Valdelarzana para atravesar la Casa de Campo, camino de su quinta llamada de Somosaguas”. Otro permiso del 17 de junio de 1823 se le da al Conde de Montijo para pasar por la Casa de Campo:“Con destino a la hacienda de Romanillos”.

Mientras esto sucede, hay una incorporación de trabajadores de la Casa de Campo que viven fuera de la finca, de ahí que se cree un control de acceso por una puerta determinada, la de los Carros, para este personal que, sin contar con una autorización propia, sí estaban dentro de un listado de personas que podían acceder a la finca. Tampoco hay que olvidar que el día de los difuntos se permitía la entrada libre a un número determinado de personas, normalmente familiares de las personas que trabajaban en la Casa de Campo. Ese día además se permitía coger una pequeña cantidad de bellotas por persona y almorzar en las praderas habilitadas para ello.

Hay que remarcar una clase de autorización que se produce a raíz de una creencia popular de que las aguas de ciertos manantiales que manaban, por filtraciones, del Lago eran aguas ferruginosas y buenas para ciertas dolencias. Esta creencia popular obliga a la corona a dejar entrar a tomar las aguas, por prescripción médica, a los enfermos, una botella por persona. El 31 de julio de 1855 se imprimen 400 papeletas para los permisos para entrar a beber agua ferruginosa.

Licencia para tomar las aguas en la Casa de Campo 1832

Fue tanto el perjuicio y la demanda que esto ocasionó a la corona que el 25 de abril de 1860 se sacó una de las fuentes fuera de la Casa de Campo, concretamente en su tapia “este” entre la puerta del Río y la de los Carros.

Leemos en un relato los siguiente:  “El sobrante de la fuente ferruginosa que antes se perdía en el arroyo inmediato, ha sido recogido y sacado a la tapia de la posesión orilla del Manzanares, donde lo utiliza el transeúnte o el que exprofeso va a servirse de él; pero ya allí la fuente ha perdido casi todo su óxido férrico, y el que quiere o necesita beber en su origen aquellas aguas, calificadas de acidulo-salinoferruginosas, necesita pagar la entrada en la posesión, que en tiempos menos democráticos que estos se permitía por medio de papeletas gratuitas”

A pesar de esta medida se siguen dando autorizaciones para entrar a tomar el agua, el 13 de noviembre de 1873 “se autoriza a los recogidos en el Asilo del Colegio de la Paz la entrada en la Casa de Campo, para beber agua del manantial ferruginoso”.

Durante la minoría de edad de Isabel II, los responsables de la Casa de Campo, en concreto su administrador, buscaban toda posibilidad de sacar dinero a cualquier actividad que alguien quisiera realizar en la Casa de Campo, son centenares las licencias que se conservan en el Archivo General de Palacio, para pasar, pasear, pescar, e incluso cazar, en la Casa de Campo, pero siempre bajo pago de una cantidad estipulada.

Otras autorizaciones tienen que ver con la entrada de personal militar para trazar los Planos kilométricos de la Casa de Campo entre 1860 y 1867. Aunque en 1838 y 1844 se concede un permiso para coger sanguijuelas a Luis Rodríguez.

Miles son los expedientes que se conservan relativos a autorizaciones de acceso a particulares, de paso a otras localidades, principalmente Aravaca y Húmera. En enero de 1839 se le concede permiso al naturalista Mariano de la Paz Graells para hacer desde la Casa de Campo la primera foto de Madrid. En 1872 se autoriza al Hospital General de Madrid, a que pasen a la finca para recolectar cicuta y malva.

Durante el reinado de Alfonso XII y principalmente con la regencia de la Reina María Cristina de Habsburgo -26 de noviembre de 1885 al 17 de mayo de 1902-. Son muchas las personas del mundo de las ciencias que solicitan la entrada para hacer trabajos de campo en la finca o experimentos, otros para pintar paisajes, o simplemente para conocer la finca.

Por ejemplo, en 1880 Jaime Estevas, maestro cerrajero, pide autorización para probar un pararrayos de su invención, en La Torrecilla, permiso que le sería concedido. En 1884 Antonio Machado, el poeta, se le da una autorización para visitar la Casa de Campo en unión de algunos compañeros y alumnos y recoger insectos y plantas.

Cuando muere Alfonso XII 1885, en señal de luto, y por considerar que las licencias habían sido otorgadas por el monarca fallecido se ordena anular los pases para visitar la Casa de Campo.

Años después se siguen dando autorizaciones: en 1894 se autoriza a Ignacio Bolívar, catedrático de la facultad de Ciencias Naturales, para coger plantas silvestres, insectos y reptiles, ya en 1872 Ignacio Bolivar Urrutia había encontrado en las márgenes del arroyo de los Meaques el fósil de la «Testudo bolivari” una tortuga gigante.

Los cambios más sustanciales de las reglas para acceder a la Casa de Campo se producen ya a finales del siglo XIX.

Al llegar el siglo XX en su primer decenio se empieza a emitir por la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio unos pases autorizando el paseo por la Casa de Campo tanto a pie como a caballo con una serie de advertencias o limitaciones que se recogen en el anverso del permiso. Estos pases son firmados por el Interventor o Intendente de la Administración de la Real Casa de Campo.

Los pases lo hay con caducidad de tres años, que se acompañan de fotografía de las personas autorizadas y otros sin limitación y solamente con el nombre de la persona autorizada. Las primeras firmas son del abogado Luis Moreno y Gil de Borja marqués de Borja, marquesado que se crea para él. Al Marqués de Borja le sustituye en 1917 como Intendente General de la Real Casa y Patrimonio Miguel González de Castejón y Elio, Conde de Aybar, Coronel de Estado Mayor del que vemos las firmas en los pases a partir de ese año.

Permiso para acceder a las Caballerizas, Real Armería y Casa de Campo 1873

Estos pases no se le dan a cualquiera, si investigamos los nombres de sus poseedores, veremos que son militares de alta graduación y familiares, así como personas ilustres de la aristocracia.

Encontramos también pases de carácter puntual como el que se concede el 19 de enero de 1856 al ingeniero Juan de Mata García, para entrar en la Casa de Campo, a completar los estudios del ferrocarril del Norte. Y en ese mismo año el 5 de julio para la colocación de los hilos del Telégrafo del Norte.

Leemos en lo que dice Diego San José en la revista Nuevo Mundo del 27 de septiembre de 1927: “La Casa de Campo es un Sitio Real y, por ende, está cerrado al público; sólo la gente allegada a la alta servidumbre palatina, o tal cual personaje, puede disfrutar el privilegio de una tarjeta que le permita recorrer aquel magnífico recinto, claro es que sin adentrarse en el terreno acotado para el exclusivo recreo de la augusta persona”

Estos pases se mantienen hasta la llegada de la II República, cuando en mayo de 1931 se abre al público en general la Casa de Campo. Esta apertura es para pasear ya que si entras con coche o caballo se debería pagar una peseta.

Pase a la Casa de Campo de 1947

Los últimos pases se siguen manteniendo hasta los años 1947 y en la actualidad se necesita un pase para circular con el coche.

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