Azulejos en la Casa de Campo

(Azulejería renacentista del siglo XVI)

I PARTE

 

 

INTRODUCCIÓN

El uso de azulejos para recubrir suelos, techos y zócalos fue introducido en la Península Ibérica por los alarifes y alfareros musulmanes, teniendo su momento de esplendor con el arte mudéjar, entre los siglos XII y XVI.

Su empleo se realizó principalmente en los edificios de la nobleza y el clero, es decir; en palacios, castillos, iglesias, conventos o monasterios.

El motivo estaba en que confería apariencia de lujo y vistosidad con materiales asequibles y duraderos, aunque un poco fríos.

A partir del Neoclasicismo en el siglo XVIII, los edificios del poder, palacios e Iglesias, dejaron de utilizar los paneles de azulejos en la decoración para ser sustituidos por tapizados o mármoles. Entonces su uso se trasladó a edificios funcionales y viviendas de variado nivel social.

Este proceso está presente en los edificios de la Casa de Campo, desde el Palacete de los Vargas en el siglo XVI a las viviendas de los empleados y algunas instalaciones de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Los azulejos empleados en la Casa de Campo se traían de Talavera, Toledo o Sevilla ya que Madrid nunca tuvo relevancia en la fabricación de azulejos.

MADRID Y LA AZULEJERÍA

Es sabido que Madrid tuvo una fábrica de cerámica en 1817, a instancias de María Isabel de Braganza primera esposa de Fernando VII. María Isabel de Braganza destacó por su cultura y afición por las artes, a la que como buena portuguesa le gustaban los azulejos.

Cúpula de la Iglesia de Santa Teresa y San José, obra del ceramista Daniel Zuloaga y el arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz, entre 1915 y 1921.

Se creó entonces la fábrica de cerámica de la Moncloa, en el Real Sitio de la Florida de Madrid, para abastecer de arenas a la fábrica de lozas de la Moncloa se compraron unos terrenos en el sitio llamado de las Fraguas Viejas, en las faldas del pantano de Guadarrama, al descenso del Caño de los Moros. La fábrica no tuvo la continuidad deseada, entre un cierre y otro, en 1874 “La Moncloa” volvió a abrir sus puertas, esta vez por iniciativa del secretario de Alfonso XII, el conde Morphy, quien propuso para la dirección a Daniel Zuloaga y su hermano Guillermo, quienes habían estudiado en Sèvres.

La novedad de esta reapertura fue la fabricación de azulejos cerámicos destinados a la arquitectura, de allí salieron obras como la decoración con azulejos del Palacio de Velázquez del Retiro y la cúpula de la Iglesia de Santa Teresa y San José de Madrid cuyo autor fue Daniel Zuloaga.

Daniel Zuloaga Boneta autor de los azulejos de la Casa de Velázquez en el Retiro.
Interior de la Casa de los Patines, siglo XIX, con azulejería sevillana en la Casa de Campo de Madrid.

Como curiosidad diré que hubo en Madrid dos fábricas de azulejos que imitaba correctamente la propia de Talavera y Toledo. Eran los principios del siglo XX y la más importante era la llamada Cerámica Industrial, S. A. Fábrica «La Concepción» y estaba en Carabanchel Bajo (Madrid), junto a las tapias de los cementerios de San Isidro y San Justo.

Cerámica Santigos de Madrid

Aunque su fabricación principal era los ladrillos también fabricaban azulejos de arista con decoración de lacería según modelos mudéjar de Toledo, firmados por B. Santigós y Cía. Madrid (Baldomero Santigós) que era director de la «Cerámica Madrileña» situada en la calle Atocha 145 de Madrid.

Venida de Felipe II a Valladolid por primera vez siendo rey. Palacio de los Pimentel en Valladolid.
Autor Francisco Arroyo 1930-40.

Felipe II y la azulejería toledana

La importancia que Felipe II dio a la decoración a base de azulejos en las nuevas construcciones y en las reformas de los antiguos palacios, es primordial para comprender la importancia que a partir de ese momento tomaría esta forma de decoración.

A partir de traer la Corte a Madrid en 1561, comienza una reforma general de todos sus nuevos palacios cercanos a la capital y en todos ellos utilizará los azulejos.

La lista es amplia, no solo mandó decorar con zócalos su dormitorio del Alcázar, sino que lo hizo con los palacios de Valsain, El Pardo y el Palacete de los Vargas de la Casa de Campo. De la misma forma decorará la nueva obra de El Monasterio del Escorial, allí cubre sus dormitorios con azulejos de Talavera y adorna sus suelos con azulejos y baldosas de barro intercalados.

Con anterioridad el arquitecto Alonso de Covarrubias también había utilizado azulejos en la reforma que para Carlos V había hecho en el Alcázar de Toledo, dándose la circunstancia que Felipe II utilizará azulejos similares, en algunos casos iguales, a los que utilizó Covarrubias en el Alcázar toledano.

Para estos trabajos Felipe II se rodeó de los mejores azulejeros de su tiempo como el flamenco Jan Floris y los españoles; Juan Fernández, Juan de Vera y José de la Oliva.

REFORMA Y EMBELLECIMIENTO DEL PALACETE DE LOS VARGAS

“Sin conocimiento de su persona ni de su obra, tan sólo por lo que su augusto padre le aconsejara, el Rey Don Felipe II no vacila, y desde Gante expide la Cédula de 15 de junio de 1559 por la que nombra «su Arquitecto» a Juan Bautista de Toledo… Cuando, en agosto del mismo año, el monarca regresa a Madrid encuentra a Juan Bautista esperándole… Instalado Juan Bautista en Madrid, empieza su labor en el gabinete que, para tales fines, tenía el Rey dispuesto en una de las torres del Real Alcázar”.

Así nos lo cuenta, con algunos errores, el arquitecto Secundino de Zuazo Ugalde.

Sabemos que Juan Bautista de Toledo se hace cargo de las obras de reforma del Alcázar de Madrid y los Palacios de El Pardo, Valsaín y de la Casa de Campo de los Vargas ya con Madrid como Corte, es decir a partir de mayo de 1561.

En ese mismo año, en agosto, se le entrega a Felipe II el Palacete de los Vargas y parte de las tierras que formarían lo que hoy llamamos la Casa de Campo. Y ya en septiembre tenemos noticias de algunos arreglos en el Palacete, empezando por traer planchas de plomo de Toledo para la techumbre.

LA UTILIZACIÓN DE AZULEJOS COMO ELEMENTOS DECORATIVOS

La utilización de azulejos para la decoración, según vemos por los restos encontrados, son similares en todas las obras de Juan Bautista de Toledo, tanto en zócalos como en suelos de los diferentes palacios.

En varias de las excavaciones arqueológicas realizadas en la Galería de las Burlas de la Casa de Campo de Madrid; la primera en junio de 1995 realizado por el arquitecto Santiago Romero Gerbolés, y posterior en 2007-10 por los arqueólogos Fernando Vela Cossío y Luis Fernando Abril Urmente, en ambas estuvieron presentes los azulejos toledanos renacentistas. Sin embargo, en ningún momento se prestó atención a estos hallazgos, Gerbolés ni los nombra y Vela Cossío apenas les dedicó un pie de foto.

Piezas encontradas en la Lonja por Fernando Vela Cossío en 2009

Con Fernando Vela Cossío tuvimos ocasión de hablar del asunto, antes de unas jornadas organizadas por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid en 2018, allí compartimos unas ponencias sobre la Casa de Campo y fue entonces cuando nos enteramos de que había encontrado azulejería y cerámica en sus trabajos realizados en la Galería de las Burlas de la Casa de Campo.

Aunque no está recogida en ningún trabajo la recopilación de elemento cerámico y de azulejería de la Casa de Campo, es posible que exista el suficiente material para elaborar algún estudio interesante.

En este trabajo que dedicamos a Jan Floris y la azulejería renacentista, solo trataremos de las piezas contemporáneas al artista (siglo XVI), ya que se han encontrado restos de azulejería más moderna, aunque interesantes, a los que dedicaremos otro trabajo.

UNAS MUESTRAS QUE UNEN DIFERENTES OBRAS

Las piezas de azulejería renacentista encontradas en estas actuaciones, no son exclusivas, sino de serie, de ahí que el mismo dibujo esté presente en algunos edificios importantes del siglo XVI y puedan ser vistas en edificios señoriales de este siglo. Esta circunstancia hace pensar que fue la utilización de estos dibujos por parte de Felipe II lo que hizo que cobraran fama y se mantuvieran como diseño toledano durante muchos años.

Pieza del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares y de la Casa de Campo
Fotos del autor del trabajo

En la actualidad piezas como las encontradas en la Casa de Campo, están expuestas en el Museo de los Orígenes de Madrid y en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares. El material encontrado en Madrid, se localizó en las inmediaciones del hoy Palacio Real; Cuesta de la Vega, Plaza de Oriente y Campo del Moro. Siempre alrededor del antiguo Alcázar madrileño y como material de desecho. Aunque en estas colecciones faltan las encontradas en la Casa de Campo y cuyo origen está ligado a la compra general hecha por Juan Bautista de Toledo y que fue utilizada en las diferentes obras.

Las piezas que mostramos a continuación demuestran que hubo un nexo entre los materiales utilizados en las diferentes reformas las piezas se produjeron en la misma época y por los mismos azulejeros.

Las piezas que mostramos arriba son de cuatro sitios diferentes y sin embargo se utilizaron tanto en el Alcázar como en la Casa de Campo, el Palacio de Valsaín y El Pardo.

Hay que precisar que, a pesar de ser diseños similares en el dibujo, el grueso de los azulejos y la coloración son distintos, ninguno de ellos pertenece a la misma hornada, ni están hechos con el mismo molde.

Pieza encontrada en superficie en el Palacio de Valsaín año 2021.
Fotos del autor de este trabajo

UN POCO DE HISTORIA

Sabemos que Felipe II se rodeó de los arquitectos, pintores, jardineros, escultores etc. Más importantes de su época, lo que no todos sabemos es que a la hora de elegir arquitecto fue su padre Carlos I quien le aconsejó a Juan Bautista de Toledo que había trabajado con Antonio da Sangallo en la Fortaleza da Basso de Florencia​ y en la Basílica de San Pedro de Roma.

Comento este detalle para corregir a los que dicen que Felipe II nunca se dejó aconsejar por su padre.

Pero no fue esta la única recomendación, ya que en otro apartado de menos transcendencia también escuchó sus sugerencias; con el personaje del que ahora queremos hablaros; el azulejero flamenco Jan Floris que el Emperador había conocido cuando este fue a rematar algunos azulejos en la Casa Palacio que se había construido contigua al Monasterio de Yuste.

Iglesia Parroquial de San Pedro en Garrovillas (Cáceres).
Obra de Jan Floris

En 1557 Jan Floris estaba viviendo en Plasencia, donde tenía su horno, y trabajaba para el Santuario de San Martín en los alrededores de Garganta la Olla (Cáceres) cerca de Plasencia.

¿Quién era Jan Floris?

Su nombre real era Hans de Vriendt y sabemos muy poco de este azulejero, y algo tan importante como la fecha y el lugar de su nacimiento son dudosas. Se cree que Floris nació en Flandes hacia 1520-24 y suponemos esta fecha por un documento de su hermano el Pintor Flamenco Frans Floris que en 1540 lo menciona en Amberes cuando el azulejero contaba unos veinte años. Fue discípulo del azulejero italiano Guido Andries. Pertenecía Floris a una familia de artista ya que otro de sus hermanos era Cornelis Floris un gran arquitecto y escultor que creó junto a Jan el estilo conocido como “Floris”. Tampoco está clara la autoría de toda su obra ya que, la mejor documentada, no ha sobrevivido y la otra está retocada reiteradamente, incluso a la hora de identificar su obra nos encontramos con las iniciales Jan (I) Floris (F) pero por casualidades del destino su sustituto como azulejero real de Felipe II fue Juan Fernández firmaba con las mismas iniciales Juan (I) Fernández (F) lo que confunde a algunos investigadores.

Fechas y firmas de Floris en San Pedro de Garrovillas.

En el año 1550, en su etapa en Flandes, Jan Floris ingresa en la Gilde de Saint Luc o La Guilda de San Lucas que es la denominación de varias escuelas de pintores flamencos. Floris es el primer ceramista que entra en esta institución de pintores. Estuvo poco tiempo en esta escuela, pues en un documento de 1551, se dice que en ese año llega a España el artista, y así lo certifica una de las obras españolas estudiadas. Su llegada estuvo precedida de cierta fama y prestigio. Karel van Mander (1604) su biógrafo lo considera, en ese momento, el mejor ceramista de los Países Bajos.

Panel de azulejos, Ermita del Cristo Garganta la Olla (Cáceres)

Su lugar de residencia a la llegada a España lo establece en Plasencia (Cáceres), la elección de Plasencia como residencia se debe a que esta ciudad vivía en esos años un buen momento para la actividad cerámica de cierta sofisticación, lo sabemos por testimonios de cronistas de la época.

Una vez en Plasencia Floris no tuvo sus propios hornos, sino que empleó los de otros ceramistas. Lo sabemos por el proceso de cocción con las técnicas mudéjar.

En 1559 ya observamos que utiliza su propio taller, puesto que los azulejos de Garrovillas no muestran las tradicionales marcas de los trípodes (atifles) de separación de las piezas en el horno que los flamencos no utilizaban.

El historiador español Juan Agustín Ceán Bermúdez (1749-1829) en su Diccionario histórico de los más ilustres profesores en España nos documenta que Jan Floris fue nombrado oficialmente azulejero de Felipe II, según consta en una célula dada el 3 de septiembre de 1563 en el Palacio de Valsaín en Segovia.

Este nombramiento le convierte en “criado y maestro de azulejos” por lo que se le asignaba un sueldo de 12 placas al día, que importaba cada una diez maravedís.

A pesar de las fechas de nombramiento sabemos, por los pagos que recibió, el tiempo exacto que trabajó para Felipe II y fue desde el 24 de junio de 1562, antes de ser oficialmente maestro azulejero, hasta su muerte el 27 de diciembre de 1567 en Talavera.

(Pagos a Juan Flores por los salarios recibidos en los años 1562, 1565 y 1564. Y pagos al mismo artista por los salarios percibidos los años 1565, 1566 y 1567. Archivo General de Simancas Leg. 1064 s/fol. y Leg. 1012 s/fol.).

Antes apuntamos que la elección de Jan Floris como azulejero real se debió principalmente a las recomendaciones que Carlos I hizo de él a su hijo, pero confluyen otras circunstancias; el viaje del futuro Rey de España Felipe II (1554-59) a Inglaterra y a Flandes. Durante este tiempo el monarca visita los palacios y mansiones de la aristocracia de esos países, contactando con el arte europeo de moda.

A raíz de esa experiencia y una vez convertido en Rey, se rodeará de un gran equipo de artistas italianos y flamencos, cuyos gustos estéticos están de moda en ese tiempo. Con nombramientos, entre otros, del arquitecto: Juan Bautista de Toledo, el pintor; Gaspar Becerra etc. Donde se incluye el nombramiento del azulejero flamenco; Jan Floris.

A la llegada de Jan Floris, aquí en España aún la azulejería seguía el estilo mudéjar, ya pasado de moda, y Felipe II quería a un artista que conociera las nuevas técnicas italianas. Por eso trajo a la corte obreros flamencos e italianos, como albañiles, estuquistas, jardineros, pizarreros, etc. Todos ellos, controlados por el propio Rey que gustaba de participar en los asuntos más variados, desde la jardinería a la elección de los materiales que adornaban sus obras.

A partir de 1561, con la traída de la Corte a Madrid, todo ese elenco de artistas se preocupó de dar una nueva imagen a sus palacios, como el de El Pardo, Valsaín y sobre todo al Alcázar madrileño y su nuevo proyecto de jardín y Palacete en la Casa de Campo.

Alizar tipo mudéjar encontrado en la Casa de Campo.
Se pagaba a medio real cada uno

Obras en el Alcázar y la Casa de Campo

En el Alcázar lo primero que hace Felipe II es transformar sus aposentos privados, de igual forma que lo hizo en sus otros palacios, y sabemos que fueron los azulejos uno de los elementos principales de la decoración. Una vez nombrado azulejero Jan Floris, el Rey le manda cambiar su residencia de Plasencia a Talavera, para estar más cerca de la corte y facilitar el traslado del material ya que en esta población toledana existían alfares que producían azulejos de arista, por lo que el artista encontró allí los hornos y materias primas necesarios para llevar a cabo los encargos de la Corona.

Y así lo hizo en 1562:

En el padrón de Talavera de la Reina de 1565 Juan Floris aparece como “morador” y casado con la española Ana López de Almendral.

En octubre de 1566 figura en la lista de trabajadores del Alcázar de Madrid.

Con este traslado, Talavera se convirtió en el primer centro azulejero del mundo.

Los primeros azulejos que fabrica Floris en Talavera para el Rey estuvieron destinados al Palacio de El Pardo para rehabilitar los aposentos privados del monarca.

En un informe de Juan Bautista de Toledo sobre el estado de las obras, el 8 de noviembre de 1563, se dice que Jan Floris había enviado ya los azulejos para el pavimento y las paredes de esa estancia en El Pardo.

No se menciona en los pagos a Floris qué azulejos eran para El Pardo y cuáles para el Alcázar de Madrid o la Casa de Campo, ya que a veces se facturaban juntos y las obras se realizaban a la vez. No obstante, el edificio que empleaba la mayor partida de azulejos fabricados por Floris era el Alcázar de Madrid.

Sabemos por este documento el gran número de piezas de mármol español e italiano y azulejos: «para la casa y jardín de la Casa de Campo» que manda comprar Juan Bautista de Toledo no solo para las solerías y paredes, sino para las fuentes. Así lo hizo en Aranjuez y el patio de los Leones de la Alhambra en Granada.

Sabemos lo preciados que eran los azulejos para Felipe II ya que se guardaban con candado.

El problema de los azulejos venía con las heladas que obligaba a cubrirlos de arena en invierno.

Detalle del cuadro de Félix Castelo de 1634

En febrero de 1563, el secretario Pedro de Hoyo informa al rey de que Jerónimo de Algora necesita ladrillos para «hacer en la Casa de Campo la fuente del jardín que mira a la tela» y afirmaba que «con caños de plomo se podrá guiar el agua a las cuatro fuentes de los cuatro cuadros«, señalando que ya se podían hacer las pilas de estas fuentes, afirmando que el jardinero era «el más contento del mundo», «y siendo cubiertas las paredillas y suelos de las fuentes de azulejos, dará gran gusto ver el jardín, y la costa no será mucha«.  

Entre 1562 y 1567, Felipe II manda hacer importantes reformas en varios elementos arquitectónicos de su Alcázar madrileño. Entre los más importantes; aparte de sus aposentos privados, están las nuevas caballerizas y la Torre Nueva. Floris realizó y fabricó los azulejos para las dos primeras zonas; aposentos y caballerizas, pero con bastante retraso.

En julio de 1564 se reclaman los azulejos a Floris para ser instalados. Pero la entrega del material se retrasa hasta el punto de que el propio Rey lamenta este contratiempo y dirige al administrador este comentario:

«Floris comenzó a poner unos pocos azulejos y después no ha venido más y a lo que yo he visto, no trae con mucho los que dijo, sabed de él lo que pasa», AGS, C y SR, Leg. 252/5, Fol. 72.

Está claro que Floris no daba abasto en la fabricación de azulejos para abastecer las nuevas obras, por eso ya en 1562 se toma la decisión de que una parte del material, el menos elaborado, se encargue a azulejeros toledanos.

Por los pagos sabemos que los encargos se hacen a Lorenzo de Segovia azulejero toledano.

Azulejos de barro vidriado (zócalo) Monasterio de El Escorial año 1570.
autor Juan Fernández Talavera.

Y no fue este el único incidente, un año después el 19 de agosto de 1565, se volvía a suscitar el mismo problema en un informe que el arquitecto Juan Bautista de Toledo presenta al Rey, en él se queja por un nuevo retraso y propone que si Floris no puede suministrar los azulejos, que envíe, al menos, sus diseños para que otro ceramista los pueda fabricar: » … para lo del chapado de la dicha alcobilla dixo V.M. a Su partida que enviaría llamar a Joan floris y hasta agora no a venido, sería bien que V.M. tornase a escribirle, y si no pudiese venir que los embíase los diseños por los quales se hizo el chapado que aquí por ellos se concertará y asentará». AGS, C y SR, Leg. 248, Fol. 84. 41.

Entre el mes de agosto y octubre de 1565 Floris envía el material ya que en ese mes las obras del aposento del Rey estaban terminadas y los azulejos de Talavera colocados: «todo lo que toca al aposento de su magestad estará acabado para el domingo primero que viene que se contarán 7 de octubre (1565) así lo que toca a pintura como al chapado de azulejo de talavera y solado de ladrillo de Toledo y para entonces dios mediante estarán quitados los andamios y limpio y llaves en mano de manera que su magestad huelgue de verlo». AGS, C y SR, Leg. 247 /1, Fo. 117. 42.

El 10 de octubre de 1565 se pagan a Floris 220 azulejos: «a Joan Floris azulejero vezíno de talavera dosientos y veynte realesque montan siete mil y quatrocientos y ochenta maravedis que los hovo de haver por dozientos veinte azulejos que dio para las dichas obras de madrid y el pardo a precio de real cada uno por libranza firmada de los dichos veedor y maestro mayor de las dichas obras fecha a 10 de octubre de 1565 años». AGS, C11C, Leg. 1064/fol.

El trabajo siguiente para Floris será fabricar los azulejos para la Sala de la Armería dentro del Nuevo Cuarto de las Caballerizas. Esta Sala estaba destinada a guardar y exhibir la colección de armas de la Corona.

La decisión de hacerla se había tomado el 20 de julio de 1562. En un memorial de esa fecha se lee: “Hase de hazer una muy buena armería sobre las caballerizas que agora estan hechas para que puedan traer a ella las armas que están en Valladolid y poner las demás que aca tiene su maejestad». AGS, C y SR, Leg. 247/1, Fol. 38.

Aunque parece, por las facturas que esta obra no se terminó hasta 1567 ya que el 4 de julio del año 1566 Floris recibe un pago por valor de 4.700 azulejos de la obra: «al dicho Juan Flores azulejero 4.700 reales por otros tantos azulejos que dio para las dichas obras a los dichos precios de real cada uno por otra libranza firmada de los susodichos veedor y maestro mayor de las dichas obras fecha a 4 de julio de 1566». AGS, Leg. 1064, s/fol.

Y el 2 de diciembre del mismo año cobra el precio de 9.160 azulejos y una última partida se le libra el 19 de julio de 1567 por 698 azulejos más, destinados con toda seguridad al mismo lugar. En total Jan Floris entregó para este trabajo 14.558 azulejos.


Los azulejos que entregó Jan Floris eran lisos y pintados a pincel al estilo ítalo-flamenco para formar zócalos probablemente bajos y se combinarían en los pavimentos con azulejos, cintas, alizares y demás piezas complementarias, más económicas, que suministraba el toledano Lorenzo de Segovia y el talaverano Nicolás Vázquez: «al dicho nicolas bazquez 8500 maravedis por un mili cintillas a quartillo cada una al dicho nicolas bazquez 9500 maravedís por 500 coronas y cinquenta alizares a medio real cada precio». AGS, CMC, Leg. 1012, s/fol.

El dibujo o argumento de los azulejos que pintó Floris para el Alcázar no los conocemos ya que el incendio de 1734 destruyó por completo el palacio, no obstante, por los precios que se le pagaban por azulejo, dos precios distintos, siendo del mismo tamaño, se deduce que algunos tenían más dificultad que otros: »a dezisiete maravedís todo azulejo de figuras o istorias … y de lazo y follaxe, a doze …«. AGS, C y SR, Leg. 247-1, Fol. 185.

Revisando los pagos hechos a Floris, vemos que en efecto unos los cobró a 17 maravedíes y otros a 12.

Los de los aposentos del Rey eran todos del precio más alto. De los 14.558 que entrega para la Armería, 8.198 se pagaron a 34 maravedís la pieza; y 6.360, a 17. Se deduce que muchos de ellos eran de «figuras o Historias» aunque no podamos asegurar nada.

LA MUERTE DE JAN FLORIS

Y para completar la poca información que tenemos sobre Jean Floris concluiremos contando que estando en estas obras le sobrevino la muerte. Mucho se ha especulado sobre su repentina muerte.

Lo que vamos a referir es sólo una teoría, pero los productos que, en esos tiempos y aún hoy, se empleaban para dar color a los trabajos, sustancias venenosas, sobre todo con los productos en crudo. Pudo sufrir algún tipo de envenenamiento. Además, coincide su muerte con un acontecimiento que está bien documentado; un año antes 1566 y como consecuencia de ciertos problemas técnicos que sufrían los azulejos de Floris, Felipe II se interesa por el asunto y envía desde Sevilla a Talavera al alfarero Jerónimo Montero con “Ciertos metales” para probar sobre el barro talaverano, ya que Floris no lograba adaptar sus esmaltes a esta arcilla. Sin embargo, con el barro de Plasencia no tuvo nunca ningún problema.

La mejora introducida por los experimentos parece que tuvieron éxito, porque los trabajos de su sucesor Juan Fernández ya no presentan este problema.

Restos de alizar entre los escombros en la Lonja 1995
Foto del autor del trabajo

De estos experimentos, seguro que Floris salió intoxicado y el 27 de diciembre de 1567 muere en Talavera. Le sustituye en el cargo de Azulejero Real, Juan Fernández al que se le supone su discípulo, instalado también en Talavera.

Este artista es reconocido como artífice de los zócalos del Monasterio de El Escorial, en los que plasmó los florones que se convirtieron en el motivo más frecuente en la azulejería desde finales del siglo XVI. Fernández siguió la escuela pictórica de Floris, aunque técnicamente, como hemos dicho, con mejor acabado de los azulejos, ya que Floris daba una capa muy fina a sus trabajos, esto unido al barro que utilizaba en Talavera hacía que los azulejos perdieran el vidriado muy rápidamente.

Para ver la importancia que Talavera adquirió en la fabricación de azulejos en esta época, gracias a Jan Floris, baste recordar lo que decía en 1563 el arquitecto Gaspar de Vega sobre los azulejos de Talavera:

“porque los azulejos que hacen en Talavera son tan torcidos… que yo no daría siendo así un real por todos ellos…”

Unos años más tarde la fama de Talavera llegó a ser tal que los hornos de Sevilla empezaron a fabricar con los moldes talaveranos debido a la gran demanda que había en todo el mundo de estos azulejos.

La Casa de Campo de Madrid

Montaje hecho por el autor del trabajo
Azulejos toledanos fabricados por Lorenzo de Segovia y que se pagaron a doce maravedíes.
Foto del autor del trabajo

Estos azulejos toledanos que Juan Bautista de Toledo encargó a Jan Floris, elaborados con las técnicas «de arista» y los alizares de “cuerda seca” son los que se encontraron en 1995 y 2007 en la Sala de las Burla del Jardín Reservado de Felipe II en la Casa de Campo de Madrid.

Recreación de la Sala de las Burlas
Por el autor del trabajo

Los pavimentos de la Lonja de la Casa de Campo estaban formados de una combinación de ladrillo cocido y azulejo de color verde o blanco intercalados de los cuales existen las facturas correspondientes. Estos suelos, de los que se encontraron algunas piezas, eran muy utilizado en la época y los podemos ver en los pavimentos de palacios y conventos del siglo XVI, como los del Palacio del Licenciado Butrón en Valladolid, en el que encontramos piezas iguales a las que pudieron estar en la Lonja o en las fuentes o también en el Palacete de los Vargas de la Casa de Campo de Madrid.

¿Dónde se utilizaron los azulejos en la Casa de Campo?

Ahora que ya conocemos, por la documentación aportada, la importancia que Felipe II dio a la azulejería en la decoración de sus Palacios. Entraremos con más detalle en el conjunto que nos interesa; Palacio, jardines, fuentes y Lonja que Felipe II mandó reformar y construir entorno a la Casa de Campo de los Vargas.

Como hemos visto tenemos documentos en que se nombran la Casa de Campo como lugar donde utilizar los azulejos que Juan Bautista de Toledo encargó a Jan Floris; por un lado, tenemos las referencias a la casa y el jardín:

«para la casa y jardín de la Casa de Campo, así como azulejos vidriados para sus fuentes». Y en las descripciones de las fuentes se dice: “otras eran de tipo morisco a base de ladrillos y azulejos”.

Y para completar la utilización de los azulejos en el conjunto decir que la Galería de las Burlas también tuvo azulejos tal y como lo señala este documento de 1623 donde se dice: “reparaciones en la sala de las burlas”. «… para reparar los solados del ladrillo nuevo y azulejos viejos…» Archivo General de Palacio. Legajo número 2.

Una vez demostrado el empleo de azulejos tanto en el Palacete, fuentes y Galería de las Burlas; solo nos queda hacer una descripción más profunda de las piezas encontradas, casi todas en la Galería de las Burlas, aunque no tengamos certeza de que fuera este el lugar donde estuvo colocado el material.

Sabemos que Francisco Sabatini en la reforma que realiza en 1773 reedifica el Palacete y como él dice en su informe; hubo que “rellenar y levantar media vara (0.4179 m.) de alto todo el suelo”, para lo que utilizó escombro para rellenar el terreno.

Ya se vio en la última reforma llevada a cabo en la Casa del Campo de los Vargas en 2014 por Cleto Barreiro y anteriormente en la excavación que se hizo en el jardín, que no solo subió la casa, sino que hizo lo mismo con el Jardín Reservado de Felipe II y La Lonja. Por lo cual los restos encontrados pueden ser de cualquiera de los sitios mencionados; Palacete, fuentes o Lonja.

Alizar, en superficie, entre los escombros en la Lonja
Foto del autor del trabajo

LOS RESTOS ENCONTRADOS (1995)

Las piezas encontradas en la Casa de Campo, concretamente en el relleno de la Galería de las Burlas, son difíciles de precisar dónde fueron utilizadas.

No tenemos ninguna información precisa de los ornamentos que cubrían las paredes y suelos de esta Lonja renacentista.

Lo mismo sucede con las fuentes del Jardín Reservado de Felipe II y los adornos que pudiera haber en la restaurada Casa de Campo de los Vargas. De ahí la importancia que tlene la excavación en el suelo del Palacete de los Vargas.

UN VIAJE AL CONOCIMIENTO

Una de las piezas más importantes recogidas en La Lonja es la que mostramos en la fotografía de arriba. La pieza se nos mostró como una incógnita que no sabíamos encajar en ningún sitio, entonces (1995), sin internet ni conocimiento de azulejería, solo nos quedó la alternativa de ponernos en contacto con el profesor José Aguado Villalba, entonces ya jubilado, (hoy ya muerto) máxima autoridad en el tema histórico de la cerámica.

José Aguado Villalba nació en Toledo en 1919 y murió en 2007.  Era ceramista, profesor e investigador sobre cerámica antigua toledana.

José Aguado Villalba

Hijo de Sebastián Aguado y María Luisa Villalba fue discípulo de sus padres y de la Escuela de Artes de Toledo, donde entró en 1953 como ayudante meritorio. Obtuvo en 1963 el título de profesor de Cerámica y Vidriería Artística e impartió sus clases en este centro hasta su jubilación en 1987. Trabajó a la vez en su taller, fundado por sus padres frente a San Juan de los Reyes y participó activamente en la vida cultural de la ciudad de Toledo. En 1975 fue nombrado académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.

Después de una llamada telefónica con José Aguado, nos fuimos a Toledo con varias de las piezas que habíamos encontrado.

¡Estábamos impacientes por conocer a tan ilustre azulejero!

Como tenemos por costumbre y antes de la visita, leimos cuanto pudimos sobre este estudioso de la azulejería toledana.

Todo fue muy rápido y sin apenas prolegómenos le mostramos la primera pieza.

¡Qué pieza más bien conservada!

Esto fue lo que dijo.

Le pareció asombrosa, pero más asombroso nos pareció a nosotros, que en un momento nos describiera la pieza que le habíamos mostrado en todos sus detalles.

Fue algo extraordinario.

Hizo una disertación magistral de la pieza:

“Se trata, nos dijo, de un azulejo toledano, remate de escalón conocido como “alizar” dibujado con la técnica de la cuerda seca de época renacentista siglo XVI”.

Nos contó que él tenía una pieza igual que era del Alcázar de Toledo, con un valor extraordinario ya que fue una de las pocas piezas de cerámica que pudo encontrar después de la Guerra Civil 1936-39 y sobre todo que había sobrevivido a los múltiples incendios de este edificio.

Dató la época de su fabricación en la restauración que del Alcázar toledano hizo Carlos I en 1535 y en la que intervino Alonso de Covarrubias.

Lo que está claro es que la pieza que me traéis y la mía son semejantes y del mismo taller toledano.

Hablamos de un diseño renacentista de influencia mudéjar, su tamaño es de 21,3 cm de longitud; el lado frontal 6,8 cm y la parte superior 4,8 cm. De la parte inferior, que es la que sirve para fijar la pieza al escalón, sobresale una pestaña de 5,5 cm de ancha, y su grosor oscila de 21 a 12 mm, ya que va decreciendo de dentro a fuera. Los colores que la adornan son el verde, azul, ocre y blanco. El nombre específico de esta pieza, como ya dijimos, es “alizar” (palabra derivada del árabe), denominada también rematé de escalón o bordillo de escalón. En la parte frontal el dibujo se desarrolla sobre una cinta verde con un escudo cuarteado. Estos alizares se fabricaban en los alfares de Toledo con la técnica de “cuerda seca”. Esto se debe a que, al estar los dos lados decorados en ángulo recto, no se conocía un sistema adecuado para realizar este tipo de piezas en técnica de “arista” o “cuenca”.

Estas piezas de colección o museo suelen estar muy deterioradas, ya que su posición dentro de los peldaños de una escalera las hace muy vulnerables a roturas y desgastes. Eso llamó la atención a José Aguado que las dos piezas que le mostramos estaban enteras y con poco deterioro lo que para él significaba que las piezas no estuvieron en los escalones, sino en el borde de alguna repisa u hornacina de un lugar poco frecuentado.  

También le mostramos otras piezas que se hallaron junto con la anterior y que él nos describió de la siguiente forma: Pieza del siglo XVI de 12×12 mm con dibujo de flor con acanto del mismo origen que la anterior (Galería de las Burlas), se podía utilizar como solera o alicatado de pared. Naturalmente él tenía una pieza igual cuyo origen era el Monasterio de Santo Domingo de Silos el Antiguo de Toledo.

Las piezas que habían sido utilizada en pared, se notaba por el poco desgaste y porque las huellas del atifle, ese trípode que se utilizaba para separar una pieza de otra en la cocción, estaba perfecta.

No le llevamos todo el material que teníamos pues era pesado.

Después y utilizando sus trabajos hicimos un inventario de las piezas encontradas.

El profesor José Aguado Villalba como máxima autoridad en el tema histórico de la cerámica, nos puso al tanto del valor de estos restos y lo que se podía deducir de ellos.

Nos enseñó a distinguir los azulejos usados en solerías de los que lo fueron en zócalos; “Basta con pasar la mano sobre ellos”.

Mientras que los de zócalos tienen el relieve poco desgastado y con mucho brillo, los de solerías están lisos y deslustrados.

Y la huella de los atifles están casi borradas.

Atifle

Aguado como profesor de cerámica nos habló de su tema preferido y nosotros le escuchamos con la admiración que sentimos por la sabiduría:

Los azulejos tienen dos cochuras o cocciones, en la primera no es preciso ninguna precaución especial en el ahornado; pueden ir todas las piezas en contacto, cuidando sólo de que no estén demasiado apelmazadas, para que haya una buena circulación de la llama en el interior. La temperatura de esta cochura es de unos 9000 C. En la segunda cochura para el policromado de las piezas, es preciso aislar los azulejos de la llama, introduciéndolos en cajas o «gacetas» de barro refractario, muy silicoso, con separación entre cada azulejo, empleándose para ello unas piezas especiales fabricadas en los propios alfares, llamadas «atifles» del árabe «atafi»  trébedes, provistas de seis puntas, que contactan con la superficie de los azulejos, impidiendo su unión, al fundir los esmaltes; éstas piezas dejan, en la parte vidriada tres pequeñas señales.

Para el vidriado de las piezas se emplean un silicato metálico que se colorea: para el color verde con óxido de cobre; para el «melado» u ocre, con óxido de hierro; para el azul, con óxido de cobalto; para el negro, con bióxido de manganeso, y para el blanco, con óxido de estaño.

Cenefa toledana del siglo XVI técnica de “cuenca” o “arista”
Foto del autor del trabajo

Sobre los colores empleados en los azulejos encontrados en La Lonja, hay que distinguir los de diseño mudéjar de los de diseño renacentista; en los mudéjares los colores son invariablemente verde, ocre (también llamado melado, por ser parecido al color de la miel), blanco y negro; el color blanco se empleaba comúnmente como fondo. Los colores en esa época presentaban muy diferentes gamas en su tonalidad debido a que las cantidades usadas para conseguirlos no siempre era la misma o se tenía más o menos tiempo en el horno lo cual también alteraba parte de los dibujos con flores.

Pedazo de alizar toledano del siglo XVI técnica de “cuerda seca”
Foto del autor del trabajo

En el siglo XV y XVI aún no se obtenía el color rojo. En la elaboración de los dibujos sobre el barro se empleaban dos métodos; el llamado de “cuenca” o “arista”, donde el diseño era impreso sobre la pasta cruda con un molde de yeso, como un sello sobre el lacre, de forma que la parte que había que rellenar de color quedaba hundida ligeramente e impedía la mezcla de las diferentes coloraciones. Con el método denominado a “cuerda seca”, las líneas del dibujo eran trazadas con pigmentos oscuros (oxido de manganeso) mezclados con una sustancia grasa, creando unos espacios delimitados por la propiedad que posee la grasa de repeler el agua. Si la operación era efectuada correctamente, los contornos del dibujo estaban marcados por una línea (cuerda) que permanecía sin esmaltar y aparentemente seca, de ahí su nombre.

En los azulejos encontrados en La Lonja y alrededores se utilizaron piezas con las dos técnicas, así como para la solería se utilizaron azulejos y baldosas sin vidriar. 

Todos los azulejos encontrados tienen restos de mortero por lo que se sabe formaron parte de una obra o fueron desechados después de puestos.

En cuanto a los tamaños, hay que decir que son orientativos en todos los casos ya que las piezas no son uniformes y según el tiempo de cocción, así como el material empleado, hacen que cada pieza tenga unas dimensiones distintas, aunque aproximadas.


AZULEJERÍA MUDEJAR Y RENACENTISTA del siglo XV y XVI  
 
Relación de algunas de las piezas encontradas en la Galería de las Burlas y en los Jardines Reservados de Felipe II en la Casa de Campo de Madrid.
 
Todas la fotos son del autor del trabajo

 

ALIZAR

Descripción: Parte de un alizar.
Técnica de “cuerda seca». Estilo mudéjar. Este ejemplar es de mediados del siglo XV, pero existen bastantes fragmentos que permiten calcular su fabricación desde principios del siglo XV hasta el último tercio del XVI.
Dimensiones de la pieza entera: 237 X 48 mm y 70 mm de altura.
Esmaltes: Blanco, melado, verde y negro. De los diseños mudéjares, éste es el más usado. En la parte superior lleva una espiguilla de trazos rectos, en los mismos colores. Pieza muy inspirada y de gran efecto decorativo.

ALIZAR

Descripción: Parte de un alizar.
Técnica de “cuerda seca». Estilo renacentista. Este ejemplar es de mediados del siglo XVI, aunque se fabricó también en el siglo XVII.
Dimensiones de la pieza entera: 237 X 48 mm y 70 mm de altura.
Esmaltes: Blanco, melado, azul y verde. El diseño, muy recurrente, lleva en este caso en el centro un círculo que contiene un corazón. Vemos en la muestra entera que el motivo podía ser una flor o como vimos antes un escudo.

ALIZARES

Descripción: Piezas completas de un alizar.
Técnica de “cuerda seca». Estilo renacentista. Estos dos ejemplares son de mediados del siglo XVI.
Dimensiones de la pieza entera: 213 x 48 mm y 68 mm de altura. Sobresale una pestaña de 5,5 cm de ancha, y su grosor oscila de 21 a 12 mm, ya que va decreciendo de dentro a fuera.  
Esmaltes: Blanco, melado, azul y verde.  El diseño, muy recurrente, en la parte frontal el dibujo se desarrolla sobre una cinta verde con un escudo cuarteado. Este diseño tiene bastantes variantes y se ha empleado mucho en la ornamentación toledana. Estas piezas de colección o museo suelen estar muy deterioradas. Sin embargo, dos de las cuatro piezas encontradas en La Lonja de la Casa de Campo están enteras y muy bien conservadas.   

AZULEJO

Descripción: Azulejo en técnica de arista. Estilo gótico-mudéjar. Hacia principios del siglo XVI o un poco antes.
Colores: Blanco, melado, verde y negro.
Dimensiones de la pieza entera: 152 x 114 mm y 19 mm de grueso.  
Diseño: La decoración de este azulejo va en sentido vertical para ser usado como cenefa; la parte inferior de la misma claramente mudéjar.

PIEZA DE AZULEJO

Descripción: Azulejo en técnica de arista. Mediados del siglo XVI hasta XVII.
Colores: Blanco melado, verde y azul.
Dimensiones: 135x135x17mm
Diseño: Flor, con circulito central, de ocho hojas hendidas; alrededor, círculo, que origina cuatro medios en los costados; en los ángulos, cuarta parte de otra flor de cuatro hojas. Este dibujo fue muy usado en Toledo.

PIEZAS DE AZULEJO

Descripción: Azulejo en técnica de arista. Mediados del siglo XVI hasta XVII.
Colores: Blanco melado, verde y azul.
Dimensiones: 135x135x17mm
Diseño: Azulejo muy usados en la cerámica toledana. Reproducido muchísimos años.
Esmaltes de color Blanco fuerte, Melado, Verde y Azul, color de que es siempre la gran rosa central. La gran mayoría de estas piezas son de muy buena técnica.

PIEZA DE AZULEJO U OLAMBRILLA

Descripción: Azulejo u olambrilla. Técnica de «arista” Siglo XVI y principios del XVII.
Colores: Blanco, melado, verde y azul. El esmalte verde es claro.
Dimensiones: 112 x 112 mm x 16 mm de grueso.
Diseño: Pequeña flor central de seis pétalos (acanto) de la que salen seis hojas dentadas, nervadas y curvas, que producen ilusión de movimiento; alrededor, una cinta en círculo con cuatro medios circulitos en los costados; en los ángulos, un cuarto de flor de cuatro pétalos. Estas piezas están un poco mateadas por efecto del agua de las fuentes y la cal.

PIEZAS DE CENEFAS

Descripción: Tira de cenefa, en técnica de “arista”. Renacimiento. Mediados del siglo XVI.
Colores: Blanco, melado o amarillo, verde, azul Toledo.
Dimensiones: 140 X 75mm. y 16mm. de grueso.
Diseño: Muy empleado en Toledo. En La Lonja hemos encontrado dos piezas enteras y cinco fragmentos. En algunas piezas el color ocre o melado debido a la cocción ha tomado el color amarillo.

PIEZA DE AZULEJO

Descripción: Azulejo en técnica de arista.
Estilo árabe-mudéjar. Principios del siglo XVI.
Colores: Blanco, melado, verde y negro.
Dimensiones: 144 x 144 mm y 23 mm de grueso. 
Diseño: Una de las variantes del llamado “lazo de diez y seis” que también se fabricó en Sevilla, aunque en este caso procedente de Toledo. De gran efecto decorativo.

PIEZAS DE AZULEJO

Descripción: Azulejo en técnica de arista.
Estilo lacería árabe. Principios del siglo XVI.
Colores: Blanco, melado, verde y negro.
Dimensiones de la pieza entera: 138 x 78 mm y 22 mm de grueso. 
Diseño: Tira para zócalo muy apreciado y usado por los ceramistas toledanos.

PIEZA DE AZULEJO

Descripción: Azulejo en técnica de arista.
Estilo árabe-mudéjar. Principios del siglo XV y XVI.
Colores: Blanco, melado, verde y negro.
Dimensiones de la pieza entera: 151 x 151 mm y 22 mm de grueso. 
Diseño: De este azulejo existen dos variantes con pequeñas diferencias. Se utiliza en conjunto de cuatro.

PIEZA DE AZULEJO

Descripción: Azulejo en técnica de arista.
Estilo árabe. Principios del siglo XV y XVI.
Colores: Blanco, melado, verde y negro.
Dimensiones de la pieza entera: 148 x 148 mm y 25 mm de grueso. 
Diseño: Muy usado en los monasterios antiguos. Se utiliza en conjunto de cuatro.

PIEZA DE AZULEJO MONOCOLOR

Descripción: Azulejo monocromo verde Siglo XVI.
Colores: Verde. En algunos casos más claro o apagado.
Dimensiones: 125 x 125 mm y 18 mm de grueso.
Por el desgaste de algunos de los elementos encontrados pensamos que se pudo utilizar como solera en combinación de azulejo vidriado blanco y algunas piezas de barro cocido.

PIEZA DE AZULEJO MONOCOLOR

Descripción: Azulejo monocromo blanco siglo XVI.
Colores: Blanco. Muy uniforme en todos los fragmentos.
Dimensiones: 125 x 125 mm y 18 mm de grueso. Al igual que las piezas de vidriado verde, por el desgaste de algunos de los elementos, pensamos que se pudo utilizar como solera en combinación de azulejo vidriado verde y algunas piezas de barro cocido.

PIEZA DE OLAMBRILLA MONOCOLOR

Descripción:  Olambrilla monocromo azul Toledo siglo XVI.
Colores: azul conocido como de Toledo.
Dimensiones: 67 x 54 mm y 20 mm de grueso. Se trata de una sola pieza y por la única huella del atifle se sabe que fue cortada de otra de mayor tamaño.

PIEZAS DE SOLERA DE BARRO COCIDO

Descripción:   Pieza de solera de barro cocido. Siglo XVI.
Colores: Rojizo. Muy sucios por las lechadas.
Dimensiones: Triángulo rectángulo de 110 x 150 mm y 22 mm de grueso. Las cuatro piezas encontradas con forma de triángulo rectángulo, lo que hace pensar que eran utilizadas como olambrillas en los remates de esquinas. Estas piezas se mezclaban con azulejo vidriado.

Para terminar…

…en este trabajo queremos dejar anotado que siempre hemos contado con la ayuda de las diferentes administraciones tanto locales como a nivel de Comunidad de Madrid, sobre todo de la Dirección General de Patrimonio Cultural, en especial de Pilar Mena Muñoz y Miguel Ángel García Valero.

Y dentro de la Casa de Campo con la de su director conservador Francisco Rodriguez Pachón y Enrique Rodriguez García, que jamás han puesto problemas a nuestras investigaciones ayudándonos en todo lo que se les pedía.

Sabemos no obstante que hubo un periodo en el que la Casa de Campo se gestionaba desde otra percepción más próxima a los valores medioambientales que a los arquitectónicos. De esa época son todos los materiales empleados en este trabajo, todos han sido recogidos a sabiendas de los responsables que nunca le dieron valor, de ahí que muchas piezas como estas, que salieron a la luz en el año 1995, en estos momentos sirvan de relleno en cualquier escombrera.

Trozo de azulejo encontrada en La Lonja. Foto del autor de este trabajo

Por último, queremos que sepa el lector que toda la información documental de la que hemos dispuesto para hacer este pequeño trabajo está principálmente en el Archivo General de Simancas (Valladolid) y en el Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las bellas artes en España de Ceán Bermúdez. Pero nada se podría hacer con tanta información si alguien como; Alfonso Pleguezuelo Hernández, Mónica Malo Cerro, Pablo Gárate Fernández-Cossío y José Aguado Villalba no hubieran dedicado sus esfuerzos a trenzar los múltiples cabos de esta cuerda.
Francisco Rodríguez Pachón
Director Conservador de la Casa de Campo mostrando una de las piezas de azulejo.
Foto del autor del trabajo  

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