Acueducto de la Zorra

No tener en cuenta los nombres que Google utiliza en su mapa.

VER SITUACIÓN EN Google Maps UTM 435644.31 m E – 4473929.87 m N . Junto al Camino de Rodajos antes de llegar a la Glorieta de los Caños.

Se llama así por cruzar el Arroyo de la Zorra, ahora convertido en barranco.

No sabemos su autor pues la obra fue sacada a subasta pública y su construcción se debió a los mismos obreros que construyeron la Cacera de los Meaques.
Se trata al igual que el cercano Acueducto de la Madejera de una obra de entre los años 1843 al 1845 formando parte de la construcción de la Cacera Sur o de los Meaques y promovida por Agustín Argüelles tutor de la Reina Isabel II durante el periodo del 19 de marzo de 1841 al 10 de octubre de 1843 y su interés por la explotación agrícola de la Casa de Campo.

Se encuentra al final del agotado Arroyo de la Zorra antes de desembocar en el Arroyo de los Meaques.

Sus cuatro arcos de ladrillos en forma de abanico, sesgados para adaptarse a la forma del arroyo, están tapados por los arrastres.

Es de la misma construcción que el Acueducto de la Madejera y el de Vallipuente.

Sabemos que toda esta zona llamada de Vallipuente hace alusión a los acueductos como forma de trasladar el agua.

El abandono y el desconocimiento de su valor hace que pase desapercibido.

En un futuro nos sorprenderá que obras hidráulicas únicas en Madrid se encuentren abandonadas a su suerte y sin protección efectiva ni mantenimiento.

Acueducto de la Zorra

Tiene esta cacera un valor incalculable de ingeniería, ya que aprovecha la gravedad para llegar hasta los lugares más insospechables sin ninguna ayuda:

riego de plantas, lavaderos, llenado de albercas y sobre todo es una forma tradicional de abastecimiento de agua que no debiera perderse.

El coste de una recuperación de las antiguas Caceras es simbólico pues su construcción es a base de ladrillos y revoco de aislamiento.


En esta encrucijada de caminos, como el poeta, podemos elegir el menos transitado y subir hasta el Acueducto de la Madejera

Tal vez sea por las veces que de niños jugábamos a cruzarlo como un funambulista, el caso es que sentimos una atracción especial por este acueducto.

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