O CAMPO DE SAGRA

Dos jardines; la Casa de Campo y el Campo del Moro, aunque siempre estuvieron más o menos sometidas a la misma suerte desde los tiempos de Felipe II, un decreto de la II República los unió en una cesión al pueblo de Madrid que aún se mantiene. Su historia está llena, como la Casa de Campo, de interpretaciones erróneas que a pesar del tiempo se conservan, a lo mejor esta entrada sirve para aclarar algunos aspectos de su curiosa historia.
Isabel de Valois, ya reina de España, se esforzaba por dirigir su influencia sobre Felipe II para que este trajera la Corte a Madrid. Isabel, con su perfecto castellano, se emocionaba hablando de las cualidades de Madrid.
Siempre había soñado tener un lugar amplio.
¡Aquí haremos un jardín!
Y señalaba un terraplén baldío, al que se accedía por la Puerta de Sagra. Felipe se contagiaba de su vitalidad y a todo le decía ¡sí!
Los sueños tienen una parte de fantasía que los hace imposibles, incluso para un rey.
Felipe II acabó trayendo la Corte a Madrid, pero nunca logró unir el Palacio y la Casa de Campo con ese jardín que soñó Isabel. Nadie pudo con el desnivel que separaba los dos lugares, ni tan siquiera el maestro jardinero Gerónimo de Algora.
Sus majestades se tuvieron que conformar con un bosque al que se le llamó de Sagra.

Referencias al Bosque de Sagra de Felipe II
«En lo de las heredades que se han comprado para el parque no se ha hecho más de hacer el camino nuevo para los de la villa porque el viejo ha entrado en las dichas heredades y hacer un valladar grande todo en torno con sus zanbroneras para estorbar la entrada de gentes y ganado. También se ha allanado algunos valladores que había por de dentro. Ahora se entenderá en lo que S.M. manda que es quitar los malos yerbas y enpradallo y sostener todos los árboles que hay en el» (A.G. Simancas. C. y S.R., Obras y bosques. Madrid, Casa de Campo y El Pardo, leg. 248, fol. 59).
“Felipe II (este gran Rey) fue el que plantó en Madrid de asiento su Corte año de 1561. Y quien ordenó, y ennobleció todas las Casas Reales, y Bosques de su contorno para las Reales Recreaciones; el que al Alcázar de Madrid añadió la Casa del Campo, el Parque, y Bosque de Sagra”.
“Bosque de Sagra, que así se llama el que baja del Palacio Real de Madrid, hasta el Rio Manzanares frente de la Casa del Campo; y por la referida instrucción esta agregado, para en cuanto a su guarda y custodia al dicho Pardo, y Casa del Campo”.
(Recopilación de las Reales Ordenanzas).
“En estas mismas penas incurren también los que cazan ó entran a ello con instrumentos, en el Parque, y Bosque de Sagra, que está junto al Alcázar de Madrid, y en la Real Casa del Campo, y su heredamiento, y en el del buen Retiro, por estar todo dentro de los límites del Real monte del Pardo, y estar así acordado por la Cedula 54 su fecha de 12 de mayo del año de 1567”.
“Se ordena, que la guarda que asistiere en el Bosque de Sagra tenga cuidado con la arboleda que está en la huerta baxa de él, y debaxo de Palacio, y ázia el camino del Pardo, con la alameda que está entre la Casa del Campo, y el Rio, y que denuncie de los que hicieren daño en ellas”. Diciembre de 1585. que es la 49, entre las Cédulas en el núm. 69.
“A la guarda que asistiere en el Bosque de Sagra que está debajo del Alcázar, se ordenará, que tenga cuenta con la arboleda de la huerta honda, que está debajo de Palacio, y hacia el camino del Pardo, regando, y tapando portillos, y haciendo lo que más fuere menester: y con la alameda, que está entre la Casa del Campo, y el Río, para lo cual siendo necesario, se le dará las veces que convenga un peón que le ayude. Y asimismo ha de tener cuidado, con que las Lavanderas, ni otras mozas, ni persona de las que estuvieren en la dicha Casa del Campo, ni fuera de ella, no entren a lavar, ni a tender ropa dentro del heredamiento de la Casa del Campo, ni maltraten los dichos Sotos, dándoles orden que denuncien, y prendan a los que cazaren, y pescaren, sacaren y cortaren plantas, o hicieren otro daño”. (Cedula LIV. De doce de mayo de 1567 para la guarda de la caza, pesca árboles, y yerbas, y demás cosas de la Casa del Campo).
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El jardín refleja los momentos de sus dueños; su juventud, esplendor y decadencia. El abandono es síntoma de que algo va mal.
Isabel II apenas recordaba aquel jardín que Sabatini hizo para el Rey Carlos III, no quedaba ni traza ni planta alguna que se le pareciera, sin embargo, a su corta edad, apenas quince años, echaba de menos el orden de los parterres, la caída monótona del agua de las fuentes, aquello que le era familiar en Aranjuez o La Granja. Eran sonidos universales ante los cuales, en muchas ocasiones, se quedaba ensimismada. Había pasado de niña a Reina y de obedecer a mandar. Pero aún se perdía en la Casa de Campo con la excusa de aprender a montar a caballo, allí hablaba con los jardineros y estos por respeto no le corregían su ignorancia sobre el nombre de los árboles y las flores. Un año después cuando le impusieron el matrimonio con su primo Francisco de Asís de Borbón, vendría a menudo a confundir sus lágrimas con la caída de agua de las fuentes. Y cuando el Marqués de Miraflores, gran conocedor de las plantas, creo la escuela de jardinería en el Campo del Moro, la pequeña reina bajaba desde palacio, como una alumna más, a corregir sus equivocaciones botánicas.
En una reunión con Argüelles, su preceptor que tenía más poder que la propia Reina, esta le rogó que mejorara el deteriorado Campo del Moro. Argüelles no le hizo caso. Tuvo que ser el Rey consorte el que se lo pidiera.

La prensa se hace eco de las obras del nuevo jardín:
1844: “las obras … ya principiadas en el Campo del Moro restituyan a este el aspecto romancesco que tenía”
1846:“La obras que se están haciendo en el Campo del Moro para los jardines de Palacio va adelantando. La mayor parte del terreno se halla ya nivelado y la plantación de árboles casi concluida. Largas alamedas se extienden en línea recta por los cuatro costados, arrancando de ellas en dirección al centro multitud de calles que forman cuadros y plazas destinados para las flores, estatuas, fuentes y otros demás adornos que ha de hermosear aquel sitio de recreo. Las obras de escultura, la construcción de escalinatas y otros trabajos de piedra y mampostería ofrecen sin duda más dilación, aunque tenemos entendido que van a emprenderse muy pronto. Lo mismo sucede con la colocación del enverjado que debe cercar los jardines y cuya base, que es de sillería, se está construyendo”.
“Por disposición del Rey D. Francisco de Asís fueron plantados en el Campo del Moro robles, moreras, álamos negros, acacias blancas, pinos y otros árboles que aún existen; se colocó frente a la gran estufa la elegante -fuente de los Tritones- labrada en mármol blanco con esculturas del estilo de Berruguete y mandada construir por Felipe IV para los jardines de Aranjuez. También fue emplazada la -fuente de las Conchas-, hecha según traza de D. Ventura Rodríguez, ejecutada en mármol por D. Francisco Gutiérrez y D. Manuel Álvarez, destinada primero al palacio de Boadilla regalada por sus dueños a Fernando VII y después este a Doña María Cristina de Borbón para sus jardines de Vista Alegre”.
En un apartado el autor del escrito anterior se refiere a la modificación del Jardín que existía, muy deteriorado de Sabatini, por otro de Narciso Pascual Colomer en 1844.
“Hubo épocas de rigor en que se tomaban precauciones y solo se entraba en este sitio con papeleta”.
Es decir, con un pase o autorización para la visita firmado por el Intendente General del Real Sitio.
“…pero luego toda disciplina se fue relajando, y cuando vino la Revolución de Septiembre, ya quedó abierto aquel sitio para toda clase de licencias y aun escándalos que indignaban a todos”.
La Revolución de Septiembre “la Gloriosa”, también conocida por la Septembrina, ocurrió en 1868, fue una sublevación militar con elementos civiles que supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II.
“En 1857 a 60, con objeto de nivelar lo quebrado de aquel terreno, se permitió que éste fuera convertido en vertedero público, y allí están enterrados los escombros de las casas derribadas para ensanchar la Puerta del Sol”.
Años después la misma reina Isabel II vería repetirse el ciclo anterior: el abandono de los jardines de palacio.
Las intrigas, los conflictos revolucionarios y las urgencias llevaron de nuevo a la sequía y la dejadez a aquellos hermosos cuadros y parterres que Narciso Pascual Colomer había trazado. Tuvo que ser otra mujer, reina regente como su madre y con el mismo nombre, María Cristina la que medio siglo después pusiera fin a la degradación total del jardín.
Un nuevo proyecto:
Era el 18 de junio de 1900 y después de otros intentos, por fin se inaugura el nuevo Jardín del Campo del Moro. Ese día estaba allí Andrés Mellado Fernández como alcalde de Madrid, y a la vez como autor de un pequeño folleto sobre la historia y avatares de este jardín. En ese folleto, Andrés Mellado Fernández en su calidad de escritor y cronista de la Villa nos cuenta entre otras cosas los siguiente de los jardines:
“El jardín ha surgido de aquellos derrumbaderos como obedeciendo a un conjuro mágico”.
Luego veremos según sus propios datos que no fue así de fácil.
“Apenas si quedan rastros de la antigua topografía: tal o cual grupo de gallardos pinos, la mole gentilísima de alguna fuente monumental, el declive y figura de alguna senda son los únicos vestigios del pasado que perduran entre las reformas y mejoras de lo presente”… Todo lo demás ha desaparecido: vegetación pujante y nueva arraiga y vive en el yermo de ayer; el césped y las flores tapizan las pendientes erizadas antes con los escombros acarreados de los derribos”
” … se ha terraplenado aquella sima de dos bocas por donde pasaba con trajín y estrépito de terremoto el tren de circunvalación, y en donde más de un desventurado puso fin a sus días despeñándose”. “…Trinchera por donde corría el tren de circunvalación”.


Esta trinchera sería después el primer túnel ferroviario dentro de Madrid, situado en la línea del Contorno que tenía como misión el enlace entre las estaciones del Norte (Príncipe Pío) perteneciente a la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte y la de Atocha. Túnel con 910 m. de longitud.
Esta línea tenía un apeadero particular en el túnel para uso real en el propio Campo del Moro, un andén de muy escasa longitud ya que los coches de viajeros de esa época eran de muy corto tamaño. La línea entró en servicio el 20 de febrero de 1864. Las bocas de este túnel estaban, una inicialmente en la Cuesta de San Vicente y posteriormente en la estación del Norte junto al muro del Paseo del Rey, y la otra en la esquina de la calle de Segovia con la Ronda de Segovia y que fue sustituida en marzo de 1994, tras haber terminado la construcción de otros dos túneles, otra vez, bajo los jardines del Campo del Moro.
– “se ha construido un precioso pabellón rústico, de planta octógona, sobre una base de rocalla y cercado de una barandilla también rústica. Este pabellón está revestido. Interior y exteriormente de corcho y otras cortezas de árboles”.
Por eso se llama el Chalet de Corcho.

“… Los declives del terreno obligaron a construir algunos muros de contención en las laderas de los paseos. Estos muros, lo mismo que la embocadura del túnel, están hechos de rocalla guarnecida con trepadoras, arbusto: de varias clases y plantas aromáticas. Dicha embocadura tiene las apariencias de una gruta y está cubierta de estalactitas hechas de carbón y cemento”.
Se dio apariencia de gruta al túnel que comunicaba el Puente del Rey con los jardines. Elementos que aún se conservan en los caminos y un poco en la embocadura del Túnel en el lado del Campo del Moro.
“En la construcción de rocallas, se han invertido 7.200 toneladas de piedra rústicas 87.000 ladrillos recochos, 726 fanegas de cal y 200 metros cúbicos de almendrilla gruesa”.
“Además de conservar el arbolado antiguo que existía en el Campo del Moro, se ha plantado infinidad de árboles traídos de los Reales Sitios de Barcelona y de Aranjuez, reuniendo 1.370 ejemplares de variadas coníferas, 6.152 árboles de sombra, 3.516 arbustos de hoja caduca, 6.929 de hoja persistente, 538 palmeras, 11.000 rosales de alto tronco en los que se incluye la gran colección de 783 variedades regalada a S. M. por el horticultor de Barcelona Don Joaquín Aldrufeu, otra colección de dalias compuesta de 500 variedades, 3000 trepadoras, 18.000 tubérculos… Las plantaciones más importantes son de chopos blancos, plátanos orientales, pinos de Jerusalén y del Canadá, chopos lombardos, péndulas, sephoras, acacias, fresnos, lauras, magnolias, bambúes, tilos, jazmines, espíreas y cedros”.
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Y ahora, recogiendo las crónicas periodísticas de la época y la cartelería, inicio otro relato, se trata de cambiar, aunque sea un poco, la reiterada tendencia histórica de que fueron estos dos los únicos jardines que tuvo el ahora llamado Campo del Moro.
Todos los estudiosos y los carteles que existen en el Campo del Moro como en la placa que se colocó en la salida del Túnel de Bonaparte dicen:
Campo del Moro:
“Empezaron a surgir los proyectos para estos jardines que iban aparejados con los de la edificación del Palacio Nuevo. No llegó a realizarse ninguno, siendo sus autores Ribera, Sacherti, Boutelou y D´islles. Algo similar ocurrió con Ventura Rodríguez y Sabatini en el reinado de Carlos III”.
“Fueron objeto de sucesivos diseños que nunca llegaron a realizarse”.
Errores que proceden de repetir lo que nos dijo en 1929 el arquitecto Miguel Durán Salgado de Loriga en su trabajo “Los Jardines del Palacio Real”, el que fue Conservador del Palacio Real de Madrid después de mostrar los anteriores proyectos de Juvara, Ventura Rodriguez o Sabatini concluye diciendo:
“Fue en el reinado de Doña Isabel II, y por iniciativa de D. Agustín Argüelles y D. Martín de los Heros, cuando se decidió llevar a la práctica la idea, tantas veces aplazada, de embellecer el Campo del Moro restableciendo los antiguos jardines”.
“Al efecto, se encargó al Arquitecto Mayor de Palacio, D. Narciso Pascual y Colomer, la formación del oportuno proyecto, el cual fue aprobado por S. M. en unión de un presupuesto global de cuatro millones de reales”.
Y continúa diciendo Miguel Durán:
“Ninguno de los proyectos de jardines que hemos examinado logró prosperar, y ello fue debido, principalmente, a razones de orden económico”.
Este trabajo de Miguel Durán ha sido la causa de que muchos estudiosos repitieran su enunciado sin más investigación.
Sin embargo, hemos leído en su propio trabajo que “restableciendo los antiguos jardines”, lo que denota que hubo otros antes de los de Narciso Pascual Colomer.
Vamos a ver si hay algún rastro de ellos.
Estamos en 1561 año en el que Felipe II traer por fin la Corte a Madrid influido no solo por las posibilidades del Alcázar, sino por los deseos íntimos de Isabel de Valois. La petición de Isabel es clara, quiere un palacio con jardín. En ese momento el Alcázar de Madrid conservaba aún las características de una fortaleza medieval inexpugnable por su lado “oeste” o de poniente, heredada de su condición de alcazaba. El río Manzanares, aunque poco caudaloso, era un foso sobre el que se alzaba el Palacio a 58 metros por encima. Una loma sin árboles, como mandaban las más elementales normas de protección de un castillo, de ahí que se tuviera buen cuidado de mantener pelado el terreno que llegaba hasta el río. Solo unas huertas junto a la ribera y poco más. Y fueron estas huertas y el terreno de Alvega, hoy Cuesta de la Vega, lo primero que compró Felipe II con intención de dotar al Alcázar Palacio de unos jardines. Huertas que pertenecían entre otros a Magdalena Altamirano, hija de Beatriz Escobar, por las que el monarca pagó 150.000 maravedíes en 1556, y a Miguel de Luján, vecino de Madrid, por las que pagó 80.000 maravedíes y otras más de menor tamaño; todas situadas bajo el Alcázar, lo que se llamaba la Sagra, por lo que después lo titularía Felipe II como “Bosque de Sagra” a lo que hoy conocemos, a partir de su ajardinamiento a mediados del siglo XIX como Campo del Moro, un nombre popular producto de un hecho que según Fernández de los Ríos sucedió así:
“El caudillo musulmán Alí Ben Yusuf rey de los almorávides en 1109 llegó hasta los muros de Majeritum y se hizo dueño de los campos cercanos al Alcázar donde acampó por lo que desde entonces este lugar se conoce así”.
Pero antes de que sucediera todo esto, vemos que Felipe II y más concretamente sus jardineros, se vieron superados por el terreno de Sagra que unía la cara de poniente del Alcázar con el río Manzanares. Ya vimos el desnivel, 58 m., existente entre el Palacio y el río. Esto llevó a Gaspar de Vega y Luis Hurtado a aconsejar a Felipe II que no vallara estos terrenos hasta que se aclarara su utilidad. No se llegó al pretendido jardín, se allanaron montículos y se trazaron caminos desde la puerta de la Vega a la Puente Segoviana y se plantaron árboles hasta conseguir convertir estos terrenos en un bosque, pero nunca sería el jardín que la reina deseaba. Por eso Felipe II compró la Casa de Campo de los Vargas, aquí si se daban las condiciones de extensión, agua y terrenos fértiles y llanos.
SABATINI «SÍ» HIZO LOS JARDINES DEL CAMPO DEL MORO
El Nuevo Palacio y los Jardines de Sabatini
Hubieron de pasar más de dos siglos para que se construyera un verdadero jardín en estos terrenos. Todo comenzó con la destrucción del Alcázar en 1734 y la edificación por parte de Felipe V del “Nuevo Palacio”, nombre que tubo hasta mediados del siglo XIX que empezó a recibir el nombre de Palacio de Oriente. Y murió Felipe V y su hijo Fernando VI sin que el Palacio Nuevo fuera habitable. No fue hasta el 1 de diciembre de 1764, cuando ya reinaba Carlo III, que este pudo trasladarse del Palacio del Buen Retiro al Nuevo. La construcción había durado veintiséis años, siete meses y veintitrés días. Después de tanto tiempo había muchas cosas sin concluir, entre ellas los jardines exteriores. Aún se tardaron tres años para que por fin Francisco de Sabatini hiciera un proyecto que gustara a Carlos III. Archivados quedaron los proyectos de Juan Bautista Sacchetti de 1737, los de Charles Garnier D´isle, los dos de Esteban Boutelou de 1747 y los de Ventura Rodríguez.
Un Jardín para el Nuevo Palacio.
El coronel Francisco Sabatini presenta el 3 de junio de 1767 su primer proyecto titulado: “Plan General de las obras exteriores de los jardines del camino nuevo para la entrada del Real Palacio de Madrid” en él vemos que no solo se trata del jardín de Palacio sino de su entorno, con el derribo de la Puerta de San Vicente de Pedro de Ribera y su nueva ubicación. En este proyecto se puede leer en uno de sus márgenes:
«El Rey aprueba este plano y manda que el Coronel Don Francisco Sabatini aplique a su ejecución toda la consignación de las obras exteriores de Palacio con la advertencia de que la Plazuela de la Puerta Nueva de San Vicente se ha de hacer mayor para que tenga correspondencia con las otras dos y sirva con desahogo a la concurrencia de coches y mulas, y con la prevención de que se examine si se puede hacer tercera Plazuela al tiempo o punto de tomar la calle Nueva exterior de Palacio. El Pardo a 6 de abril de 1767».
Y un poco más adelante y en el mismo plano leemos:
Nota: 3 de junio de 1767. Se aprobó otro plano en lugar de este.
Y es que Sabatini acabó presentando tres planos, muy parecidos, pero que introducían pequeños cambios por indicación del Rey.

Ya con esta nota podemos deducir que el proyecto estaba aceptado, así como los gastos que ocasionaría. Pero si esto no es suficiente hay una prueba evidente de que este proyecto se llevó a cabo: los planos que de Madrid se publican a partir de esta fecha; todos llevan en su dibujo los jardines tal y como los diseñó Sabatini.
Así lo podemos ver en el plano 1785 de Tomás López donde se refleja el trazado con apenas variaciones. Lo vemos dibujado igual en el plano de Weimar de 1806, el de 1812 de Juan López y así todos los planos que se hicieron tanto franceses como ingleses de Madrid.
Jardines de Narciso Pascual Colomer

En 1849 se publica el plano de Juan Merlo, Fernando Gutiérrez y Juan de Ribera con los nuevos cambios producidos por Narciso Pascual Colomer, trazados de jardín que se mantiene, con bastantes diferencias a partir 1862, hasta el de 1898.
Como vemos el diseño tiene bastantes diferencias, eso es debido a los muchos cambios que se fueron introduciendo al proyecto, cambios que en algunos aspectos no fueron recogidos en planos. Es en esta remodelación es cuando se usa por primera vez el topónimo Campo del Moro.
Leemos en el libro de 1854 “Isabel II de Borbón Reina de España” lo siguiente:
“Hasta en las inmediaciones de su regia morada, se vería apurado para dirigir sus pasos por los hermosos jardines del Campo del Moro, por aquellas espaciosas y rectas calles que han reemplazado a las ruines construcciones cuyo aspecto debía ofender sus miradas cada vez que se asomaba a algún balcón de su palacio”.
En 1847 se creaba la Escuela Normal de Jardineros Horticultores en el Campo del Moro, desarrollando una idea del arquitecto Narciso Pascual Colomer. Al frente de la escuela se puso al jardinero de Palacio, Francisco Viet, de origen francés.
Después esta escuela se trasladaría a la Casa de Campo.
El último proyecto
Ya en el almanaque y guía matritense de 1898 se recoge el proyecto del jardinero Ramón Oliva i Bogunyà del que ya he hablado extensamente antes. Interesa no obstante decir que las obras las dirigió Luis Moreno y cooperó en la jardinería Francisco Amat jardinero de la Casa de Campo
Recogemos por su interés la opinión del arquitecto Miguel Duran:
“Siguiendo esta moda proyectó Oliva, en estilo pintoresco o inglés, los jardines del Palacio de Madrid. Desligóse, por lo tanto, en su trazado de los proyectos tradicionales que venimos estudiando, y no parece que le preocupara gran cosa la subordinación del jardín al carácter del edificio. Hemos de hacer constar, no obstante, que en este caso particular era admisible el empleo del estilo pintoresco, ya que las plataformas escalonadas y rampas que median entre Palacio y los jardines, servían de transición al paisaje, sin necesidad de recurrir a la solución tradicional de «parterres». Por dicha circunstancia quedaban a salvo los primeros términos de la invasión del arbolado, lo que en otro caso hubiera entrañado un perjuicio notorio para la visualidad de la edificación”.

Ahora un siglo después vemos que este extremo no se ha cumplido totalmente ya que los árboles plantados, en muchos lugares, rompen la armonía del jardín.
Si con la reforma de 1846 se empezó a llamar a este lugar Campo del Moro, con la Reforma de María Cristina se pretendió, aparece en algunos planos, nominarlo como Parque de Alfonso XII, cosa que a nivel popular no se consiguió.
Alfonso XIII
Como curiosidad, durante el reinado de Alfonso XIII se construyeron en el Campo del Moro unas pistas de tenis donde jugaba el monarca con los infantes.
Un nuevo Parque de Madrid
Al proclamarse la II República y unos pocos días después 20 de abril de 1931 se produce el siguiente decreto:
“…No dispone actualmente la Villa de Madrid de bosques, parques y jardines en la proporción que exige la densidad de su población. La inmediata incautación por el Estado de los bienes que formaban el patrimonio que fue de la Corona facilita al Gobierno provisional de la República el medio de satisfacer aquella necesidad. Entre estos bienes figuran los terrenos de la Casa de Campo y el parque del Campo del Moro, cuya cesión al Ayuntamiento de Madrid, para ser destinados a solaz y recreo de los habitantes de la capital de la nación, ha sido reiteradamente reclamada…”.
Se declara Jardín de Interés Histórico Artístico en 1931. A partir de ese momento y con unas obras de habilitación, sobre todo en el Túnel de la Casa de Campo, ya que por ahí se haría la entrada pública a los jardines, se abre al pueblo de Madrid, sin que se haga ninguna intervención en la jardinería. Ya se expondrá más extensamente al hablar del Túnel de Bonaparte.

Después vino la Guerra Civil de 1936-39, el Campo del Moro fue declarado zona de combate y se instaló en él una batería republicana que justificó los continuos bombardeos que sufrió la fachada del Palacio Real que daba a los jardines.
Después de la guerra sufrió el abandono y la falta de cuidados que requiere cualquier jardín.
En 1964 sale a concurso la construcción de un museo de carrozas, ya que estas se exponían en la llamada “Estufa de las Camelias”, antes estuvieron en las Caballerizas construidas por Sabatini que se derribaron durante la República. Las obras recaen en el arquitecto de la Casa Real y Gerente de Patrimonio Nacional Ramón Andrada Pfeifer.
El 27 de junio de 1967 se inaugura con el nombre de Museo de Carruajes gestionado por Patrimonio Nacional que es el organismo oficial al que pertenece el Campo del Moro. La entrada al museo se realizaba por el Túnel de Bonaparte, que fue acondicionado. Hoy este museo está cerrado indefinidamente ya que su colección se ha traslada a otro lugar.
No fue hasta la llegada de la democracia cuando se volvieron a abrir las puertas del Campo del Moro libremente:
“Cerca de la una y media de la tarde de ayer se abrieron al público los jardines del Campo del Moro cerrados desde el término de la guerra civil y considerados como zona de esparcimiento del conjunto del palacio Real. La apertura se hizo por deseo expreso del rey Juan Carlos, con motivo de su onomástica”. (Junio 1978).
Una curiosidad:
Cuando se trató de promover la corriente eléctrica en la ciudad de Madrid, lo primero que intentaban todas las empresas eléctricas era la electrificación de las grandes mansiones, ya que sus dueños eran los únicos que podían permitirse este lujo. Por eso, su mejor cliente y promotor era la Casa Real y sobre todo el Palacio de Oriente, residencia de los reyes. El palacio, en esos momentos, disponía de su propia fábrica de gas para alumbrado en el Campo del Moro, hasta el año 1892, en que se adjudica el contrato de servicio eléctrico a Planas, Flaquer y Cía.

La central eléctrica se construyó por Enrique Repullés Segarra, también en el Campo del Moro, donde se ve en la fotografía de la época, con tres máquinas a vapor de 125 caballos que alimentarían 7.000 bombillas y 40 lámparas de arco. La conversión de gas a electricidad fue bastante lenta y llena de problemas, cinco años después, aún estaba a medio terminar según consta en una queja que se hizo llegar a Planas, Flaquer y Cía., en la que se informa que el día antes del santo del rey, 23 de enero: “estuvimos sin luz hasta la noche. Esto no hubiera ocurrido si estuviese terminada la instalación de la batería de acumuladores”. En el año 1902 se decide adjudicar el contrato de electrificación de Palacio al Marqués de Santillana, que proponía producir corriente alterna desde la Central de Navallar en el Manzanares, cerca de Colmenar Viejo, y transportarla hasta Palacio Real.
Evolución de los Jardines del Campo del Moro









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