La Perrera y los perros

Los perros siempre han sido el mejor animal auxiliar de la caza. Nuestros monarcas dispusieron siempre de muchos y magníficos perros especializados en las distintas formas de caza mayor y menor: perdigueros, sabuesos, lebreles, podencos, alanos y galgos, etc.

Y aunque en la Casa de Campo no se daban las circunstancias para la caza con perros, estos si disponían de una perrera para su alojamiento.

La Perrera en 1932 con síntomas de abandono.

No sabemos cual fue su situación exacta, pero sí el momento de su construcción.

El 30 de diciembre de 1871 Luis Martín Hernández presenta un plano para la construcción de una perrera en un edificio utilizado para almacén y perrera.

El 10 de febrero de1872 se tiene factura del coste de la obra.

Por mucho que he repasado los documentos en ninguno de ellos se dice la ubicación.

Los Perreros Reales eran los encargados de la crianza de los perros.

Los Perreros estaban obligados a tenerlos y cuidarlos, a veces, en sus propios domicilios.

Algunos de nuestros monarcas tuvieron gran cantidad de perros de caza. Felipe III, además de bastantes lebreles, perdigueros, etc., tuvo 48 sabuesos. Carlos III en 1769 poseía 231 perros, entre ellos 102 galgos. Carlos IV fue sin duda el monarca que tuvo más perros de caza. En 1789 eran 238 de varias clases. Archivo General de Palacio.

Todos los monarcas sin excepción tuvieron perros y hay que decir que muchos de ellos pasaron a la historia con sus nombres.

Felipe V tuvo en gran estima a sus magníficos lebreles: Trabuco, Careto, Valenciano, Castillo, León, Alojero, Garrafa, Alentado, Miquines y Pegote.
Entre los numerosos perros de caza que tuvo Fernando VI destacaban varios perdigueros: Dichoso, Vulcano, Barquera, Hermoso, Chulita, Chula, Fiera, Fortuna y Tarugo.
Entre los perros de Alfonso XII destacaron dos llamados Clavel y Sol.
Alfonso XIII tuvo magníficos perros de caza. En una ocasión se le perdieron dos muy queridos
por él llamados Pols y Pusa, que le había regalado el Marqués de Cenia. Se pusieron anuncios en los periódicos para encontrarlos y se hallaron. Archivo General de Palacio. Sección Administrativa, legajo 353.

La manutención y cuidado de estos animales, especialmente en los reinados de Carlos III y Carlos IV, tenían un alto coste y por eso se le propuso a ambos monarcas en varias ocasiones que redujeran su número. Carlos III en 1769 accedió a utilizar sólo para la caza 20 perdigueros, 60 galgos y 50 podencos que eran atendidos por 12 hombres.

En abril de 1808 Carlos IV tenía 106 perros y costaba alimentarlos diariamente 242 reales.
El 30 de octubre del mismo año la Junta Suprema Central que gobernó la parte de España no ocupada por la invasión francesa, ordenó que se pusieran en venta los perros, halcones, hurones, etc. de Carlos IV, que había abdicado la corona en su hijo Fernando VII unos meses antes, en un escrito enviado a Lorenzo de Mollinedo, ballestero principal del rey le dice:

Enterada la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino de lo expuesto por V.S. en representación del 25 del corriente sobre lo gravoso que es en el día al Erario la manutención de perros, hurones, perdices y demás reclamos que estaban destinados a la diversión del rey padre, ha resuelto que proceda V.S. inmediatamente
a su venta…
30 de octubre de 1808. Archivo General de Palacio.

Los perros más jóvenes fueron vendidos a 12, 8 y 4 reales. Los otros, como nadie se interesó por ellos, «fueron despedidos»y quedaron abandonados en las calles madrileñas.

En 1765 los perros podencos de Carlos III y los del infante D. Luis derribaron en la cuesta de la Vega, cuando iban a la Casa de Campo, a una pobre lavandera que iba a lavar su ropa en el río Manzanares.
Se golpeó en la cabeza y quedó imposibilitada para seguir ejerciendo su oficio. En el mes de agosto de ese mismo año mandó el rey que le dieran a la mujer cuatro doblones de ayuda para su curación.

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