El Príncipe Pío y el Puente de la Culebra

El Príncipe Pío y el Puente de la Culebra unidos por la tormenta.

Era un día típico de septiembre con las fuerzas del verano decayendo y un sol aplanado sobre las afueras de Madrid. A medio día un aire fino, seco y limpio arrastraba desde la Casa de Campo a Recoletos unas nubes que nada hacían presagiar los sucesos que se producirían horas más tarde.

Era el miércoles 15 de septiembre de 1723, un día normal como otros tanto, si no fuera porque era el cumpleaños del Conde de la Mirándola y este y su mujer habían invitado a un grupo de amigos a su casa jardín para celebrarlo, lo que más tarde veremos hizo más trágicos los acontecimientos. La casa estaba en el Prado de los Agustinos Recoletos junto al convento, en lo que hoy conocemos como Recoletos, que sería el lugar que ahora ocupa la Biblioteca Nacional. La tapia del Convento de los Agustinos Descalzos tuvo mucho que ver en los aciagos eventos que estaban a punto de suceder.

Casa-jardín en Recoletos

Cuando quedaba una media hora de luz a este día, el cielo se tornó oscuro y amenazante y los invitados que habían estado en el jardín disfrutando de la sana temperatura, oyeron varios truenos lejanos que presagiaban una tormenta por ello decidieron refugiarse en el salón de la casa.

Pronto empezó a llover y los relámpagos se mezclaban ya con los truenos, se oyeron los relinchos de los caballos de los coches que esperaban en el jardín y los cocheros corrieron a refugiarse en el corredor, cuando la lluvia ya era intensa y les cubría los zapatos.

No sabemos exactamente las personas que en esos momentos estaban aún en la casa-jardín ya que algunos se habían marchado después de la comida, mientras otros alargaban la tertulia, ahora ya esperando que amainara.

Quizá debería haber empezado por contar otro acontecimiento que ya estaba sucediendo; ya que las nubes se desplazaban de este a oeste, y la tormenta ya había hecho estragos en otras zonas de la capital. Próximo a El Batán a tres kilómetros de la Casa de Campo de entonces, el torrente acumulado por las lluvias había derribado varios puentes, entre ellos uno que nos interesa, era el puente por el que cruzaba el ganado ovino para pastar en los ejidos de Carabanchel, puente de conteo donde se registraba el ganado para cobrar un tanto por cada cabeza. El puente, que desconocemos cuál era su aspecto, quedó prácticamente arruinado.

Para ser fiel a los acontecimiento recogeré la noticia tal y como la narraron los medios:

“Gaceta de Madrid, número del 21 de septiembre de 1723”

Funesta relación de lo acaecido en esta Villa de Madrid, el miércoles día 15 de setiembre à las 10 de la noche de este presente año de 1723. En que una tempestad afligió a Madrid pereciendo ilustres personas….

“La noche del día 15 hubo en esta Villa una horrorosa tempestad de truenos, relámpagos y agua que duró más de dos horas, en cuyo espacio cayeron varias centellas en diversos edificios que no hicieron considerable daño; pero los causó muy graves el ímpetu del agua en los barrios de Santa Bárbara, donde se arruinaron algunas casas sepultando entre sus ruinas a cuatro personas y donde hizo mayor estrago fue en la casa-jardín del señor Conde de Oñate donde vivía actualmente el señor Conde de la Mirándola; y por ser ese día en que cumplía años se hallaban a la sazón a cortejarle muchos señores que, ignorando el riesgo que les amenazaba, estaban en el cuarto bajo, cerradas todas las puertas y ventanas, lo que dio lugar a que el agua de las alturas de la Huerta y cercanías del Convento de los Recoletos rompiese las tapias y entrase hasta la pared de la casa y creciendo excesivamente derribó parte de la dicha pared y entró con ímpetu en todo el cuarto bajo, subiendo casi tres varas de alto, en cuyo conflicto salieron de la casa los que pudieron, otros se mantuvieron asidos de  ventanas y rejas, nadando sobre el agua, y otros subiendo sobre los coches del patio salvaron las vidas, aunque maltratados, y a otros libraron los religiosos agustinos recoletos que acudieron al remedio. Pero la Duquesa de la Mirándola que se había retirado al oratorio con una criada, se ahogaron sin poderlas socorrer; como también don Tiberio Carrafa, e, intentando salir de la casa, el señor don Francisco Pío de Saboya Moura y Corte Real (Marqués de Castelrodrigo) (Príncipe Pio por cuyo nombre se conoce ahora la Estación del Norte que en su momento ocupó los terrenos de su propiedad), le arrebató y llevó el ímpetu del agua, sin haberle podido socorrer ni saberse su paradero hasta el día siguiente que se halló su cadáver en el río Manzanares tres leguas distantes de esta Villa”.

Así ha quedado reflejado el trágico acontecimiento de la muerte del Príncipe Pio, este militar italiano que hizo carrera junto a Felipe V y cómo la construcción de viviendas en el cauce del Arroyo de la Fuente Castellana desembocaría en estos episodios naturales.

Estos hechos, por otros motivos, daría con la necesidad de reconstruir el puente que atravesaba el Arroyo de los Meaques, ya que la actividad ganadera de la Mesta reclamaba la pronta reparación de todos los desperfectos ocasionados por la tormenta.

Es sabido que Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre, Marqués de Vadillo, corregidor de la Villa de Madrid era además el responsable de mantener y reparar los puentes de las cañadas. También sabemos que además era el valedor principal del arquitecto Pedro de Ribera.

Estaba claro que el nuevo puente debería ser sólido y acordes con su importancia de ahí que el Marqués de Vadillo reclamara la buenas artes de su Maestro Mayor de obras Municipales Pedro de Ribera que en esos momentos estaba precisamente construyendo una de sus obras más conocidas como era el Puente de Toledo sobre el Río Manzanares.

Pedro de Ribera era buen conocedor de la zona de El Batán ya que intervino, por orden del Marqués de Vadillo, años antes, en varios asuntos en los que se requirió sus conocimientos. Y así fue como el destino llevó al arquitecto madrileño a hacer una de las obras más emblemáticas, ahora dentro de la Casa de Campo. Años después otra vez por orden del Marqués de Vadillo construiría otro puente, ahora sí dentro de la Casa de Campo; el Puente de los Neveros.

Deja un comentario